La separación promete ser larga, tenía la esperanza de poder verte en el tránsito de lo que parecía una guerra larga, pero no fue posible. Ahora habrá entre nosotros una cantidad de tierra hostil y hasta las noticias encarecerán. No te puedo ver antes porque hay que evitar toda posibilidad de ser detectado; en el monte me siento seguro, con mi arma en la mano, pero no es mi elemento el deambular clandestino y tengo que extremar las precauciones.
Ahora viene la etapa verdaderamente difícil para todos y hay que prepararse a soportarla; espero que sepas hacerlo. Tienes que soportar tu cruz con entusiasmo revolucionario. Si llego a destino, cuando lo sepan, harán todo por ahogar la cosa en germen y las medallas profilácticas de aislamiento se harán más rígidas. Siempre encontraré la manera de hacerte llegar unas líneas, pero si no se puede no pienses lo peor; en el punto de destino seré fuerte otra vez, a pesar de la diferencia de medios que tendré al principio.
Me cuesta escribir; o son los detalles técnicos que no deben interesar, o los recuerdos de toda la vida pasada que tardará en volver. Porque has de saber que soy una mezcla de aventurero y burgués, con una apetencia de hogar terrible pero con ansias de realizar lo soñado.
Cuando estaba en mi burocrática cueva soñaba con hacer lo que empecé a hacer; y ahora, y en el resto del camino, soñaré contigo y los muchachos que van creciendo inexorablemente. Qué imagen extraña deben hacerse de mí y qué difícil será que algún día me quieran como padre y no como el monstruo lejano y venerado, porque será una obligación hacerlo.
Cuando arranque te dejaré unos libros y notas, guárdalos. Me he acostumbrado tanto a leer y estudiar que es una segunda naturaleza y hace más grande el contraste con mi aventurismo.
Como siempre, te he hecho un versito y, como siempre, lo rompí. Cada vez soy mejor crítico y no quiero que me pasen accidentes como los de la otra vez.
Educa a los niños. Siempre me preocupan los hombres, sobre todo, e insístele al viejo para que los visite. Dale un abrazo a los buenos viejos que tienes por allí y recibe el tuyo, no el último pero con todo el cariño y la desesperación como si lo fuera.
Carta del Che a su esposa, Aleida, desde el Congo
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