El domingo 31 de enero, a los 75 años, falleció el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez.
Como sucede con muchos otros escritores, me quedé con una sensación de vacío, y una frase estuvo dando vueltas en mi interior: "me hubiera gustado conocerlo mejor".
Nunca le presté demasiada atención. Me parecía un señor educado, formal y muy inteligente que algún día podría leer, sin ningún apuro.
Pude leer algunas de sus notas, y me gustaron, sobre todo una que tengo muy presente: la que escribió para el aniversario de la muerte de John Lennon.
Hace un año o dos, decidí ponerle fin a las postergaciones (esas ridículas postergaciones que a veces nos impiden leer a los escritores que aún viven porque valoramos más a los muertos) y me puse a leer "La novela de Perón". La disfruté muchísimo y me pareció estar frente a un escritor que valía la pena tener en cuenta. Todavía tengo pendiente la lectura de "Santa Evita".
No voy a hacer ningún descubrimiento si establezco que Eloy Martínez es el prototipo del escritor-periodista. Pertenece a esa raza de la que formaron parte Truman Capote y Rodolfo Walsh. Sus notas periodísticas son muy literarias y sus novelas son muy periodísticas, mucho trabajo de investigación, de enfoque, de crónica, de ambientación de los hechos y una engañosa tendencia a ser objetivos.
En resumen, fue un buen escritor, un buen periodista, y estuvo comprometido con sus ideas y con el tiempo que le tocó vivir (las entrevistas a Perón, las crónicas sobre la masacre de Trelew, etc).
Es evidente que su nombre y su obra crecerán con el paso de los años, adquiriendo una dimensión y una infuencia que aún no podemos precisar.
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