El lunes pasado asisiti al ciclo de revisión de Nucleo, donde proyectaron una película de Atom Egoyan titulada "El viaje de Felicia".
He visto pocas películas de Egoyan, pero mi limitado conocimiento sobre su obra me permiten decir que es un director interesante, con un universo propio muy intenso, cierto parentezco con Lynch y un inquietante manejo de los climas.
"El viaje de Felicia" es un perturbador film de 1999 protagonizado por un gran actor, Bob Hoskins, interpretando a un personaje muy complejo, por momentos víctima y por momentos victimario. Un gran actor y una gran actuación.
Aqui va una crítica publicada en Bloggermanía:
Un extraño film, o más bien un tratamiento extraño. No puede decirse que no esté en la línea, tan personal, de Atom Egoyan.
Un pueblo de Irlanda; la joven Felicia se enamora de un joven irlandés que sirve en el ejército británico, en Londres. Embarazada, y expulsada de su casa, Felicia va en busca de su seductor, Johnny, pero a quien encuentra es a Mr. Hilditch, un psicópata asesino de jovencitas solas...
La historia no es extraña, sino por desgracia frecuente. Lo extraño e inquietante es, decididamente, la profundidad narrativa de Egoyan, que hace más terrible El viaje de Felicia al presentar al asesino como un ser humano, "con un alma como la de los demás". El psicópata es en general así: normal e íntegro en todas sus facultades, salvo esa anormalidad patológica que altera su conducta social en algún aspecto. Lejos, pues, de ese tipo de monstruo asesino sin mezcla de bien alguno. Y Felicia no es una viciosa corrompida, sino una buena chica... que ha tenido un desliz; que además no tiene madre, y su padre la trata con un rigor tan excesivo como irresponsable.
El modo narrativo de Egoyan es singular y eficaz: la angustiada soledad de Felicia en busca de Johnny por las fábricas de la ciudad y alrededores va acompañada por un constante ruido de fondo, y el de tractores, camiones, furgonetas, máquinas..., portazos, bocinazos...: resulta casi insoportable y sin duda extenuante, como el desamparo de Felicia.
Unos suaves flash-back casi imperceptibles interrumpen ese fragor para contar el desliz de Felicia y la cruel frialdad de su padre, para presentar la ofensiva despreocupación de Johnny, flashes del antes y de su ahora iresponsable: en el cuartel, en un bar, jugando... Así como el cerrado egoísmo ante Felicia de la madre —al parecer soltera— de Johnny.
Un pueblo de Irlanda; la joven Felicia se enamora de un joven irlandés que sirve en el ejército británico, en Londres. Embarazada, y expulsada de su casa, Felicia va en busca de su seductor, Johnny, pero a quien encuentra es a Mr. Hilditch, un psicópata asesino de jovencitas solas...
La historia no es extraña, sino por desgracia frecuente. Lo extraño e inquietante es, decididamente, la profundidad narrativa de Egoyan, que hace más terrible El viaje de Felicia al presentar al asesino como un ser humano, "con un alma como la de los demás". El psicópata es en general así: normal e íntegro en todas sus facultades, salvo esa anormalidad patológica que altera su conducta social en algún aspecto. Lejos, pues, de ese tipo de monstruo asesino sin mezcla de bien alguno. Y Felicia no es una viciosa corrompida, sino una buena chica... que ha tenido un desliz; que además no tiene madre, y su padre la trata con un rigor tan excesivo como irresponsable.
El modo narrativo de Egoyan es singular y eficaz: la angustiada soledad de Felicia en busca de Johnny por las fábricas de la ciudad y alrededores va acompañada por un constante ruido de fondo, y el de tractores, camiones, furgonetas, máquinas..., portazos, bocinazos...: resulta casi insoportable y sin duda extenuante, como el desamparo de Felicia.
Unos suaves flash-back casi imperceptibles interrumpen ese fragor para contar el desliz de Felicia y la cruel frialdad de su padre, para presentar la ofensiva despreocupación de Johnny, flashes del antes y de su ahora iresponsable: en el cuartel, en un bar, jugando... Así como el cerrado egoísmo ante Felicia de la madre —al parecer soltera— de Johnny.
Entra el personaje de Mr. Filditch el asesino como un honorable empleado en una gran fábrica, como un solterón que cultiva la gula haciéndose unas abundantes comidas exquisitas al dictado de un programa de televisión; la presentadora de ese programa culinario antiguo, conservado en vídeo, es la madre del psicópata que, siendo niño, aparecía en algunos capítulos. Así, y de nuevo en suaves flash-back, irá dando datos de la infancia del psicópata, que de algún modo apuntan hacia una explicación de su patología y de su vida solitaria, de su afectividad truncada, y misógina. Y muchos flash-back, también en vídeo, de las distintas jovencitas, a las que Hilditch asesinó, conversando con él.
Como se ve, o se entiende, un verdadero mosaico —¡no rompecabezas, nada de eso!—, un armónico mosaico cinematográfico, de medios tonos, lento como el gotear de un tejado que se deshiela, pero con una lentitud que horada, como si todas las horas de su reloj fueran la última. El lenguaje de Atom Egoyan es uno de los más auténticamente cinematográficos en la actualidad.
La agobiante presencia del mal, que llega por tantos y tan diversos caminos..., y la siempre luminosa y vencedora presencia del bien, que arraiga hasta en la debilidad, en una esperanza inmotivada, y hasta en una buena voluntad y una devoción ignorantes y casi cómicas. Esta diría que es una de las más fuertes constantes en la filmografía de Atom Egoyan.
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