martes, 22 de julio de 2008

MARIO PAOLUCCI

Mario Paolucci (15 de septiembre de 1941 / 12 de julio de 2008)
Mario ha sido un hombre cargado de contradicciones, con algunos defectos y muchas virtudes. Me siento afortunado de haber conocido todas sus virtudes: su sentimiento de la amistad, su inteligencia, esa aura mítica y al mismo tiempo trágica de poeta maldito. Esa imagen de un Buenos Aires de antaño.
Nos habremos peleado alguna vez y hemos tenido unas cuantas diferencias. Todo queda atrás. Lo que perdura es la huella que uno deja en los demás al partir. Y es evidente que Mario nunca generó indiferencia.
Podría seguir escribiendo mucho más. Hay unos cuantos recuerdos y experiencias que vienen a mi cabeza cada vez que pienso en los diez años de amistad que compartimos.
Sinceramente, creo que lo mejor sería dejar de escribir. Aprovechando que Paolucci ha sido un maestro de la oratoria, un verborrágico empedernido, lo mejor sería escuchar sus propias palabras. Una vez más.

-“En mi vida, dos cosas fueron juntas: investigar, abordar los temas con una buena mirada. El viaje interior, que es conocerse uno mismo. Y la frecuentación del libro. Siempre fui un vehemente, un apasionado lector”.

-“Mis personajes los saco de la calle, de mis caídas en la desdicha. Compongo antihéroes con influencia del tango. Marginales o picarescos. Yo anduve en la yeca toda la vida, conociendo gente, los viejos cafés de Buenos Aires, donde estaba toda esa fauna bichicome casi cercana al hampa. Conociendo esta gente compuse un personaje. Hoy la calle porteña se modificó por completo. Hay mucho veleta. No hay un espíritu de porteñidad. A mis personajes los compongo con mis recuerdos. Como el resto de los argentinos, me convertí en un nostálgico”.

-“Anduve otros caminos y estoy muy orgulloso. Siempre fui un laburador. Fui marinero de ultramar durante 17 años. Viví más tiempo arriba de un barco que en ninguna casa. Mil puertos, mujeres. Con borracheras a lo Hemingway, recuerdo un viaje al Japón donde terminé al borde de la demencia. De vuelta de ese último viaje, decidí que ya podía actuar. Y me dediqué de lleno al cine. En los barcos le sumé a mi conocimiento de la pantalla algunas cosas fundamentales. Entendí la angustia, la soledad, y la tristeza. En los mares comprendí que hay cierta locura que es necesaria para inventar personajes. Esa demencia es la que obliga a no resignarse”.

-“Siempre fui actor, porque desde chico me expresé desde adentro. Siempre fui un curioso, un anotador. Con el cine empecé filmando en el año 66, en Súper 8. Siempre estuve vinculado al género. Junto al director Sarquís armamos cineclubs, es decir, charlas con debate sobre cine de autor, inclusive acá en la zona sur”.

-“Yo he ganado un espacio, que es mío, gracias al trabajo, a mi capacidad de mirada, a mis conocimientos de cine, a muchos factores. Tengo toda una vida dedicada al arte. Estudié música, teatro, vi mucho espectáculo”.

-“El arte no es popular ni culto, debe reflejar lo que le pasa a un país y a su gente. El arte es crear un mundo paralelo a la realidad, que no sea una fotografía. Doy un perfil que tal vez los autores ortodoxos no saben hacer. Soy un voyeur, un observador de muchas cosas. Puedo sacarme la máscara y seguir siendo actor porque soy un hombre de la vida, del tango y de la calle. Yo soy Troilo y Pugliese, soy un Buenos Aires que se resiste a morir, soy un luchador”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sumo a estos comentarios tan bien plasmados por mi querido amigo Leandro. Tuve la oportunidad de conocer a Mario Paolucci a través de él, y juntos los tres, hemos compartido charlas en el inolvidable bar "Punta Boedo" del barrio de Lomas de Zamora y también en el hogar de Mario. Un personaje único, bien de Buenos Aires, con un aire nostálgico por los momentos vividos pero con una llama que contagiaba de entusiasmo a los que compartían un momento de su vida. Siempre polémico y buscando algo movilizador dejó su rastro en el corazón de todos nosotros.

Lo recordamos como un artista, algo que él hubiera querido.

Anónimo dijo...

Bien dicho, Leandro. Mario merece nuestro homenaje y respeto por ser un apasionado de la vida. Quedaran en mi recuerdo muchas charlas nocturnas en bares de Buenos Aires. Y una frase que me repetía cada vez que nos reencontrabamos despues de mucho tiempo: "Sidañez, largá el laburo y venite a filmar con nosotros". Lo imagino en un cielo nocturno, discutiendo con Orson Welles en una epica guerra de egos y saliendo de parranda con Charles Bukowski.
Te vamos a extrañar, Mario.

Martin Ayos dijo...

Fue un poeta de verdad. Uno de los pocos.