lunes, 4 de agosto de 2014

POLO



A 50 años del nacimiento de Fabián Polosecki, Sudestada lo recuerda con un fragmento del libro "Polo: el buscador, una mirada a la vida y la obra de Fabián Polosecki". Sin conocerlo pero siendo fieles seguidores de sus programas en ATC, Polo, es uno de nuestros queridos amigos que siempre nos acompaña en este viaje que iniciamos con Sudestada allá por Agosto de 2001.

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Polo, el buscador

Pero... ¿qué buscaba El otro lado? ¿Dónde estaba la llave de aquel producto basado esencialmente en conversaciones con gente de la calle? De alguna forma, el corazón del programa no estaba solamente en aquello que se buscaba evitar, su presencia se sentía en otros elementos, en una búsqueda. Y búsqueda es la palabra clave que define (o que, al menos, se acerca a una definición). “Más allá de la narración de ciertas anécdotas e historias que siempre son interesantes, está la pasión que el tipo pone, esas cosas comunes que todos tenemos: el miedo, el sexo, la muerte, el amor, la soledad, la lucha por sobrevivir. Ciertas personas lo resuelven, lo viven o lo sufren de una manera particular y ponen allí una pasión especial de una manera desmedida para los demás. Por eso, esas personas hablan de sí mismas y tienen algo para decir sobre su vida. No son personas que quieren convencerte de algo, que hablan para que pienses como ellos. Es gente que habla de lo que siente y de lo que vive. Y eso es lo que me interesa para mí programa” (16), comentó Polo a mediados del segundo año del ciclo.

A partir de esa lectura diferente del entrevistado, en ese priorizar a la persona que te va a contar su vida por su dimensión personal antes que por su papel social o su influencia supuesta ante una cámara de televisión, el programa de Polo sentó las bases y comenzó a edificar una saga pareja, constante, que en todo momento sabía lo que necesitaba para respirar en el aire. Y la búsqueda siempre arrojaba resultados sorprendentes, sin caer de forma mecanicista en el recurso de recurrir al marginal (“La gente que habla en mi programa es gente común, raros son los tipos que parecen normales y que aparecen bastante seguido en la tele” (17), dijo Polo, con razón); deslumbrarse con ese universo que ocultan personas que todos los días se cruzan en nuestro camino: vecinos, comerciantes, personajes de la calle, máquinas de acumular recuerdos y anécdotas que sólo despiertan cuando un tipo como Polo se arrima y azuza el fuego. Y el fuego crece, y cada uno de nosotros puede resultar, en definitiva, un gris espécimen del que broten historias sin más esfuerzos que un tipo con ganas de escucharlas. “Lo cotidiano es extraordinario. En todo caso, lo que es extraordinario es la televisión, el hecho de poner la cámara y rescatar algo extraordinario en ese tipo que nunca produjo una noticia. El programa tiene un tratamiento extraordinario de lo cotidiano. Por ejemplo, un travesti es algo absolutamente cotidiano, algo permanente, aunque no aparezca todos los días en los diarios; pero a la vez tiene un componente extraño, algo extraordinario. Además nosotros lo tratamos como algo cotidiano. Es una forma de poner la cámara, es una forma de mostrar el lugar donde vive, una forma de conversar conmigo” (18), explica Polo.

“Hay que encontrarle la belleza a lo real, no estoy hablando de encontrarle la belleza a la miseria o la locura. Es como diferenciar una artesanía de un producto industrial, y en percibir esa diferencia está lo que hacemos. Un diálogo o una imagen auténtica frente a lo que no, aunque todo finalmente sea mentira, porque lo único cierto son las personas” (19), reconocía Polo al respecto de la búsqueda de la belleza en la calle y en el invisible cotidiano.

(fragmento del libro Polo, el buscador, de Hugo Montero e Ignacio Portela)

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