Cuando el pasado se considera escrito, el futuro también lo está; así de simples son nuestros sueños reiterados: los hijos de los héroes, serán héroes, y también sus nietos, y nadie más. El País a salvo gracias al Barrio Norte. Si mirándonos a los ojos nos dijéramos de pronto que Argentina nació del contrabando y los esclavos, ¿dónde quedan los hijosdalgos títulos de nobleza? Si los negros fueron carne de cañón, ¿dónde termina la Teoría de los Climas de Montesquieu? ¿Qué pasaría si los niños se enteraran de que en la Argentina nunca hubo una sola ley? ¿Qué si supieran que la ley y la excepción nacieron mellizas y que siempre hubo una ley, la del militar, parlamentario, estadista, historiador, y otra, la del Líbano, la de la tierra de nadie, la del muerto postergado siempre?
Hace algunos años cometí un error: intenté escribir la historia de mi país. No me preocupó la forma, aunque me desveló el contenido: seis, siete, ocho años hasta que decidí publicar. Nunca sostuve que mi opinión fuera la única, ni la verdadera, y ésta fue presentada como lo que creo que la Historia es: una desordenada colección de sueños propios y ajenos, de mitos veroísimiles y de verdades a veces miserables.
Es innegable que "Argentinos" expresó una grieta: la Historia no puede estar cerrada porque seis cuervos le pusieron un cartel, ni se hereda como título habilitante de los escribanos. José Luis Romero nunca le contó a su hijo que algó así podía suceder.
Éste no es, entonces, un libro de Historia.
Argentina duele, y duele porque está contradictoriamente viva, y no es ese cadáver maquillado sobre el que los pájaros vuelan su vuelo negro y fatal. Éste no es un libro de medicina: habla sobre la anatomía y sobre el alma, algo que los Inimitables nunca llegaron a conocer, y que pueden reconocer si se la cruzan, porque deja a su paso una pequeña estela azul.
Hace algunos años cometí un error: intenté escribir la historia de mi país. No me preocupó la forma, aunque me desveló el contenido: seis, siete, ocho años hasta que decidí publicar. Nunca sostuve que mi opinión fuera la única, ni la verdadera, y ésta fue presentada como lo que creo que la Historia es: una desordenada colección de sueños propios y ajenos, de mitos veroísimiles y de verdades a veces miserables.
Es innegable que "Argentinos" expresó una grieta: la Historia no puede estar cerrada porque seis cuervos le pusieron un cartel, ni se hereda como título habilitante de los escribanos. José Luis Romero nunca le contó a su hijo que algó así podía suceder.
Éste no es, entonces, un libro de Historia.
Argentina duele, y duele porque está contradictoriamente viva, y no es ese cadáver maquillado sobre el que los pájaros vuelan su vuelo negro y fatal. Éste no es un libro de medicina: habla sobre la anatomía y sobre el alma, algo que los Inimitables nunca llegaron a conocer, y que pueden reconocer si se la cruzan, porque deja a su paso una pequeña estela azul.
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