domingo, 12 de septiembre de 2010

MARIANO MORENO, según Jorge Lanata


Mariano Moreno no tenía tiempo. Cuando vio abrirse las puertas de la Historia, el 25 de mayo de 1810, tenía 31 años. Nueve meses y ocho días después, su cadáver fue arrojado al mar. Sólo cumplió 206 días como funcionario, y antes de terminar 1810 ya había salido de la Junta, víctima de los artilugios de Saavedra.
Mariano Moreno no fue, gracias a Dios, un hombre equilibrado. Dijo al respecto Enrique de Gandía: "Un psicoanalista diría que Moreno, cargtado de temores, impresionable, nervioso, acudió al procedimiento de todos los enfermos en estos casos: la manera más radical. Si estas causas psicológicas existieron, ellas coincidieron con las necesidades políticas del momento".
A lo que agregó Miguel Ángel Scenna: "Tal vez Moreno hay sido un neurótico, un angustiado, un desequilibrado, no un hombre corriente y centrado. Pero de un hombre corriente y centrado podría hacerse un excelente juez de paz, un correcto oficinista, incluso un buen académico. Nunca un creador, difícilmente un conductor y jamás un revolucionario". (...)
¿Fue Moreno nuestro primer periodista? No. Sin embargo, al día presente, el Día del Periodista se celebra bajo su advocación.
El decreto de la fundación de La Gaceta, fechado el 2 de junio de 1810, llevó sólo la firma de Moreno, pero se desprende de su texto que fue discutido por toda la Junta. Cronológicamente, tampoco lo fue: el pionero fue el español Francisco A. Cabelleo y Mesa, que el 1 de abril de 1801 lanzó "El Telégrafo Mercantil". Si se lo descartara por nacionalidad, aún hay dos criollos anteriores a Moreno: Juan Hipólito Vieytes, que el 1 de septiembre de 1802 publicó "Semanario de Agricultura, Industria y Comercio", y Manuel Belgrano, que a principios de 1810 dirigió "El Correo de Comercio de Buenos Aires".
Se pregunta Scenna: "¿Fue Moreno un paladín de la libertad de prensa?".
La respuesta también es negativa: La Gaceta era el órgano oficial de un gobierno revolucionario y no un periódico privado independiente. Bajo el título de "La libertad de escribir", Moreno precisó: "Debe darse absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión y a las determinaciones del gobierno". (...)
La Junta estaba por enviar a Vieytes a Londres para gestionar la ayuda del gobierno británico. Moreno entrevistó a Saavedra y le pidió el cargo. No había terminado de hablar cuando ya lo tenía concedido. El 24 de enero de 1811, salió de Buenos Aires rumbo a Ensenada. El 25 llegó a la fragata mercante Fama, donde lo esperaban su hermano Manuel y Tomás Guido, que serían secretarios de su misión.
Moreno, muy deprimido, comentó a su hermano: "No sé qué cosa funesta se me anuncia en mi viaje". La navegación era más lenta que de costumbre y la salud de Moreno fue empeorando con el correr de los días. Su hermano y Guido le pidieron al capitán que desviara el rumbo a Río de Janeiro o Ciudad del Cabo para tratarlo, ya que no había médico a bordo, pero el capitán se negó.
Al otro día, sin conocimiento de sus acompañantes, le administró a Moreno un emético que no hizo más que agravarlo a las pocas horas. Tres días más tarde murió.
Desde entonces se sospechó que la muerte fue producida por envenenamiento con tártaro emético.
Enrique de Gandía descubrió una extraña disposición de la Junta que, a poco de salir Moreno, nombró a un tal Mr. Curtis para reemplazarlo "en caso de que falleciera". Un casó único de nombramiento premonitorio.
Años más tarde, Mariano Moreno hijo comentó a Adolfo Saldías que al día siguiente de partir su padre, María Guadalupe Cuenca, su madre, recibió un pequeñom cofre con un abanico negro y un pañuelo de luto, junto a una nota anónima que le advertía que pronto iba a tener que usarlos.
María Guadalupe escribió durante meses cartas que se fueron apilando en algún lugar de Londres sin que nadie las abriera.
En 1967, recopiladas por Enrique Williams Alzaga, fueron publicadas bajo el título de "Cartas que nunca llegaron".


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