Arturo Jauretche escribió: "Yo creo que Yrigoyen, en su segundo gobierno, centró su política en el asunto del petróleo. Pero Yrigoyen al llegar al gobierno en 1916 firmó su sentencia de muerte, porque debía haber liquidado a todos los poderes. Nunca tuvo senado. Por primera vez iba a tener senado en 1930, entrando los dos senadores de San Juan y Mendoza, con cuatro sensadores, para sancionar la ley del petróleo. La elección (fraudulenta, es cierto) era el 7 de septiembre. La revolución fue el 6, creo que las fechas lo están diciendo todo. En momentos en que iba a tener mayoría para sancionar la ley del monopolio petrolero del Estado, estalló el golpe".
Lanata agrega: "Yrigoyen, el hombre que evitaba las fotografías y nunca respondía su correspondencia, el ex-comisario de Balvanera, el conspirador, el amante furtivo, el padre desconocido de hijos ignotos, la sombra de las bambalinas, el dr. Frankestein condenado a su propio mito, comenzó a librar su batalla contra la muerte. El temor a la muerte le chupa el alma y prohíbe a su entorno que se haga cualquier referencia a su edad".
Manuel Gálvez escribió: "Le entristece el pensar que no ha tenido juventud, que no ha gozado de la vida. Fuera de los amores, no ha conocido ningún placer. Como un monje renunció a todo en plena juventud. No ha ido a fiestas sociales, ni a espectáculos, ni a una alegre reunión de amigos. Ignora en absoluta el goce de llevar a una bella bella mujer de la cintura, al ritmo de una música voluptuosa. Su manía de vivir en el pasado se advierte hasta en lo administrativo. Quiere saber todo lo que antes se ha hecho. Pero si no quiere morir, no es tanto por cobardía como por amor a la vida, precisamente, porque no ha vivido".
Lanata agrega: "Yrigoyen, el hombre que evitaba las fotografías y nunca respondía su correspondencia, el ex-comisario de Balvanera, el conspirador, el amante furtivo, el padre desconocido de hijos ignotos, la sombra de las bambalinas, el dr. Frankestein condenado a su propio mito, comenzó a librar su batalla contra la muerte. El temor a la muerte le chupa el alma y prohíbe a su entorno que se haga cualquier referencia a su edad".
Manuel Gálvez escribió: "Le entristece el pensar que no ha tenido juventud, que no ha gozado de la vida. Fuera de los amores, no ha conocido ningún placer. Como un monje renunció a todo en plena juventud. No ha ido a fiestas sociales, ni a espectáculos, ni a una alegre reunión de amigos. Ignora en absoluta el goce de llevar a una bella bella mujer de la cintura, al ritmo de una música voluptuosa. Su manía de vivir en el pasado se advierte hasta en lo administrativo. Quiere saber todo lo que antes se ha hecho. Pero si no quiere morir, no es tanto por cobardía como por amor a la vida, precisamente, porque no ha vivido".
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