Por Federico Sidañez
El auge de lo vintage en la cultura popular quizá tenga que ver con una suerte de nostalgia masiva por el Siglo XX o también una visión más fatalista podría ser que ya no hay ideas nuevas y sólo queda reciclar las antiguas.
Desde los posters hasta la estética de algunas películas se ve un regreso al pasado, las décadas favoritas para revisitar son los 60’s (Los Piratas del Rock), los 70’s (A Prueba de Muerte, inclusoEl auge de lo vintage en la cultura popular quizá tenga que ver con una suerte de nostalgia masiva por el Siglo XX o también una visión más fatalista podría ser que ya no hay ideas nuevas y sólo queda reciclar las antiguas.
las recientes La Carretera y Vivir al Límite parecen estilísticamente ancladas en esa década) y especialmente, los 80’s (la pequeña gran Adventureland).
Muchas veces se ha repetido que en Hollywood hay una crisis de ideas y que se evidencia claramente en la cantidad de remakes, adaptaciones de comics, secuelas y versiones cinematográficas de series. La verdad es que, como suele suceder, hay que aprender a separar la paja del trigo.
Existe una gran industria que necesita fabricar una cantidad de películas y en su gran mayoría son productos sin demasiado valor artístico, pero no hay que dejar pasar unas diez o quince grandes películas que vienen de esa industria todos los años.
Pero no nos vayamos del tema que nos ocupa: los ochenta se han revalorizado y este año asistimos a la versión cinematográfica de Brigada A, un clásico indiscutido para quienes fuimos niños en aquella época. El film tiene dos grandes virtudes: un casting impecable (Liam Neeson, Bradley Cooper y la revelación Sharlto Cople, de Sector 9, en el papel Murdock “El Loco”) y la capacidad de mantener el espíritu naif, lúdico y juguetón que tenía la serie. Esto no sucede, por ejemplo, con la adaptación de Transformers, que se convierte en un espectáculo de fuegos artificiales generados por computadora y la prepotencia de la superproducción no deja espacio para la simpatía y la diversión.
Una cuestión que surge al contemplar estas nuevas versiones de series o films clásicos es: ¿Cómo deberían ser?, ¿Qué les exigimos? El contexto en el que se realiza la nueva versión es muy diferente al de aquella época y a esto sumemos nuestra memoria emotiva personal que hace que tengamos un especial afecto por las originales y enseguida sintamos que las nuevas no están a la altura. Como toda adaptación, deberían captar el espíritu del original, y al mismo tiempo generar interés desde el punto de vista simplemente cinematográfico: un buen guión, buenas actuaciones, etc. Por supuesto, que muchas veces nos encontramos con que ese no es el caso.
La versión de División Miami realizada por su creador original, Michael Mann, no convenció a muchos de los seguidores de la serie. Especialmente porque el film fue trasladado a la época actual y no tiene ninguna referencia a ese ambiente chic ochentoso del original. Pero la verdad es que Mann tomó el núcleo temático de la serie y lo mantuvo en la película: dos hombres con una motivación pura, casi mitológica, para combatir al narcotráfico atraviesan situaciones límite y enfrentan a villanos implacables. Estas experiencias generaban en la serie un estado de reflexión existencialista que sigue muy vigente en la película.
Claro, faltó la camiseta pastel abajo del saco de Don Johnson, pero Mann justamente trajo el elemento que hizo especial a la serie y lo aplicó no sólo en contexto de la Miami actual, sino en el del cine actual.
La recientemente estrenada remake de Karate Kid reproduce en forma casi idéntica la historia de la versión de 1984, pero uno de los cambios más importantes es que el protagonista es un chico de 12 años, y la consecuencia es que resultaba mucho más fácil tomarse en serio peleas entre adolescentes de 16. Jackie Chan no le aporta al papel del mentor el misterio que si tenía Pat Morita, y la película no aprovecha la capacidad cómica del actor al obligarlo a una solemnidad
permanente. Nuevamente nos encontramos con una remake de mayor producción que la original, pero sin que los elementos funcionen como en aquella.
En los últimos años también hemos empezado a escuchar un nuevo término en el mundo del cine: la “reboot”. Palabra que proviene del mundo de la informática y que se utiliza para indicar el procedimiento según el cual se reinicia un sistema, o sea se hace borrón y cuenta nueva.
Batman Inicia es, por ejemplo, el reinicio de la saga cinematográfica comenzada por Tim Burton. Un nuevo comienzo con un enfoque diferente. La reboot es un concepto interesante, en el mundo de los comics y no es nada extraño que un personaje conocido sea metamorfoseado a través de la visión de diferentes autores que le infunden su sello personal. Al fin y al cabo, eso es algo que ya sucede con los géneros cinematográficos, ¿Por qué no con películas y personajes específicos?
Los fans del terror no tuvimos suerte con dos recientes reboots de los dos clásicos de los 80’s: Viernes 13 y Pesadilla en lo Profundo de la Noche. La primera sufre de un mal muy recurrente en el cine del género actual, el agregado de sadismo y violencia en detrimento del miedo, los sustos y el ambiente siniestro. Es verdad que la original en realidad era simplemente un slasher film clase B con una buena idea, pero un guión perezoso y una dirección que no se sabe si es mala a propósito o sin querer, terminan dejando una gran sensación de oportunidad perdida, ¿por qué
no jugar un poco, ponerse creativo con el argumento original en lugar de repetir el concepto de la
forma más pedestre?
La nueva versión de Pesadilla, el clásico de Wes Craven, resulta aún peor (quizá porque la original sí fue una muy buena película). Se pierde el humor de Freddy Krueger, el asesino que aparece en los sueños, y se agrega violencia gráfica. Se pierde el ambiente onírico de permanente
amenaza y se reemplaza por el asesino entrando y saliendo de cuadro como si se tratara de una
obra de teatro.
En fin, como era de esperarse en el mundo de las ideas recicladas el saldo tiende a ser negativo y es inevitable pensar en que la mayoría de estas nuevas versiones son oportunismos comerciales
que por lo general no están a la altura de las expectativas. Pero hay excepciones.
Por suerte cada tanto se nos aparece una película que nos desafía y que se siente nueva, apasionada y creativa. Por suerte apareció El Origen.
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