En un artículo de 1956, León Rozitchner opinó: "El peronismo es la respuesta de la burguesía hacia el proletariado, y en tal sentido, un producto de nuestra burguesía. No es un fenómeno originario de las masas sino que se origina en la consciente miseria a que la burguesía reduce una parte del país, hacia la que sólo siente desprecio. A fin de cuentas el proletariado, víctima de la loca pero necesaria aventura, fue el único que se conformó con ilusiones, el único que no lucró con el peronismo, el único que se satisfizo con la adoración y el afecto sin solicitar por ello un aumento paralelo en la cuenta del banco, el único que fue engañado sin remisión. Se quiso eludir el drama. Obtener lo que se obtiene con esfuerzo, pero sin esfuerzo. Y creer que es lo mismo".
Ese mismo año, Juan José Sebrelli escribió: "El peronismo desmanteló tanto la moral privada como la moral pública, toda vez que no estaba destinado a crear ni a construir, sino a disolver, quebrantar y perturbar el viejo orden, instando a crear uno nuevo. Vino a turbar la vida cotidiana, sin riesgos ni temeridad. A terminar con el no-te-metás de la disponibilidad individual y de la indiferencia. Los peronistas no pueden verse sino tal como los ven: resentidos, rencorosos, envidiosos, inferiores, fracasados. Todos, desde el líder hasta el último de sus colaboradores, trabajó en la revolución para alimentar un vicio cualquiera o mantener oculto un fracaso. Si, es verdad, el peronismo aglutinó a su alrededor a todo ese grupo de desasimilados, de desheredados, de tránsfugas, de marginales, de incomprendidos, de separados y separatistas, de intocables. Formaron sus filas todos aquellos que no podían agregarse a ningún grupo porque nadie los quería y estaban más solos y desamparados aún que el proletariado o las minorías raciales o étnicas.
Ese mismo año, Juan José Sebrelli escribió: "El peronismo desmanteló tanto la moral privada como la moral pública, toda vez que no estaba destinado a crear ni a construir, sino a disolver, quebrantar y perturbar el viejo orden, instando a crear uno nuevo. Vino a turbar la vida cotidiana, sin riesgos ni temeridad. A terminar con el no-te-metás de la disponibilidad individual y de la indiferencia. Los peronistas no pueden verse sino tal como los ven: resentidos, rencorosos, envidiosos, inferiores, fracasados. Todos, desde el líder hasta el último de sus colaboradores, trabajó en la revolución para alimentar un vicio cualquiera o mantener oculto un fracaso. Si, es verdad, el peronismo aglutinó a su alrededor a todo ese grupo de desasimilados, de desheredados, de tránsfugas, de marginales, de incomprendidos, de separados y separatistas, de intocables. Formaron sus filas todos aquellos que no podían agregarse a ningún grupo porque nadie los quería y estaban más solos y desamparados aún que el proletariado o las minorías raciales o étnicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario