Fragmento de Meditación Trascendental / 4 conferencias dictadas por Silo en 1972
Como nuestro tema específico es el de la meditación, no vamos a explicar cómo las ilusiones de una sociedad hipnótica, o una sociedad "mejor", escapan en sus respuestas a la clarificación del problema. Por tanto, dejaremos de lado las ilusiones de felicidad externas y nos preocuparemos ahora de las ilusiones internas.
He aquí la primera: la religión en general. Nos posterga a un mundo mejor en el futuro y nos cobija piadosamente en un sistema organizado mediante jerarquías, ritual, preceptos, mandamientos, etc. Para los más intelectuales, además del aspecto devocional, está también la Teología. Pero, en la devoción y en la práctica de la oración, está puesta la esperanza en la solución de los conflictos. El buen creyente proyecta su ensueño, lo fetichiza y luego le atribuye el poder de solucionar problemas. La oración refuerza las grabaciones anteriores y así, con el tiempo, la forma mental del creyente se va solidificando. Si estas grabaciones religiosas comienzan a implantarse desde la primera infancia, entonces, los resultados pueden ser tan duraderos que, aunque luego el creyente se desilusione del culto y de esa religión en particular, su forma mental queda moldeada por las experiencias anteriores. Podremos tener luego al racionalista, al cientificista o al ateo, pero manejándose con los mismos presupuestos morales y los mismos tabúes que el practicante común. Por otra parte, para aquellos que perdieron a su Dios, el vacío consecuente puede generar un dolor tan intenso, que vagarán a lo largo de su existencia buscando adormecer aquel dolor. ¿Y qué es para el creyente ese sentimiento místico de fusión con lo divino, sino sensualidad, sino felicidad artificial y anestesia provisoria?
Recordarán ustedes que la anulación del razonamiento y del espíritu de comprensión que acompaña a las experiencias llamadas "místicas", no es muy distinto al que se produce en los estados crepusculares. Allí no se entiende (ni se quiere entender), allí se divaga, se ensueña placenteramente y no lejos de los sentidos precisamente, sino merced a ellos. Resulta entonces que las prohibiciones carnales y otras inhibiciones que prescriben las religiones, se convierten en un formidable incentivo sensorial en torno al cual giran los ensueños cotidianos en forma de "tentaciones". Eso de luchar contra las tentaciones resulta muy excitante para los fanáticos perseguidores del cuerpo... (risas).
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