lunes, 19 de octubre de 2009

FALSIFICACIONES TURCAS, por Andrés Mego


Sin licencias que los acrediten, los héroes importados fueron capturados por el cine popular en países de bajo presupuesto. En Turquía, cuya cinematografía recreó sin trámites ni pudores muchos refritos occidentales, arribó de contrabando el ataúd de Killing, temible villano de la fotonovela italiana. Su maldad en tierra turca se tituló “Kilink Istanbul'da” (Kilink en Estambul, 1967). Pero Killing era a su vez reflejo de otro personaje, Kriminal.
En el mundillo de los enmascarados las extrañas coincidencias, por no decir los plagios, eran cosa frecuente. Así que ladrón que roba a ladrón… no paga derechos de autor.
Ningún otro villano hubiera podido elegir atuendo más contundente que Kriminal. De todas las apariencias posibles, este maestro del disfraz escogió como uniforme una calavera de pies a cabeza, por delante y detrás. La Muerte personificada en una historieta donde el malvado siempre reía al final.
En el comic de los 60´s, Kriminal lucía una crueldad grotesca y su amante Lola Hudson aportaba el trazo de sus curvas. Casi en simultáneo, Kriminal es reciclado con otros personajes para dar origen a Killing en la fotonovela, varios puntos más arriba en la escala del sadismo.


El brevemente prospero cine turco se apropió de cuanto personaje circulara con popularidad. Productores ávidos en hacer dinero invocaron a los superhéroes y estos acudieron en duplas imposibles (Santo y el Capitán América), como híbridos deformes (Superman cruzado con Batman), cambiando de bando (Hombre Araña como villano) o resistiendo enemigos ajenos (Superman contra Fantomas).
“Kilink Instanbul'da” (1967) es vestigio de aquella “edad de oro” del cine turco. Período en que un puñado de productoras se llenaron de dinero a base de ideas robadas, presupuestos bajos y rodajes en tiempo record, pero una vez pasada la bonanza no quedaría tras ella una industria nacional establecida.
“Kilink en Estambul” es una clásica mezcolanza de referencias que su director, Yilmaz Atadeniz, culminó en tres semanas. Tenemos al villano cadavérico y megalómano, un superhéroe con la “S” de Superman y la máscara de Batman, y una banda sonora plagiada de James Bond.


Killink se traslada de Inglaterra a Turquía en un ataúd. En Estambul, sus secuaces lo resucitan (es curioso, pues Kilink no está muerto, la calavera es sólo un disfraz, como después afirmaría) y sale en busca del Dr. Houloussi, un científico que ha dado con la fórmula para crear el arma más destructiva (Kilink aspira al dominio mundial, por si no lo saben).
El científico se niega a revelar el secreto, entonces Kilink lo mata, secuestra a su hija y la tortura en una mazmorra. No es suficiente, entonces secuestra y tortura a más gente, pero la esquiva formula sigue oculta.
Cuando no está urdiendo complots o amenazando a sus subordinados, Kilink goza de la compañía de bellezas turcas, a quienes abraza o tortura de acuerdo a su ánimo.
Mientras tanto, el hijo del Dr. Houloussi es bendecido por un bienhechor llamado Shazam que lo convierte en Uçan Adam (Superman).
“Kilink Instanbul'da” fue tal éxito de taquilla que los productores deliraron de avaricia. El mismo año estuvieron terminadas las dos siguientes partes en las que enfrentó enemigos tal inesperados como Frankestein y Mandrake. En el tope del oportunismo, crearon una versión femenina de Kilink (Disi Kilink), con la máscara de calavera pero exhibiendo unas curvas nada mortuorias.

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