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Uno de los principales problemas de las comedias que se estrenan en los últimos tiempos es la tiranía de lo políticamente correcto. Y es que te puede salir alguna asociación a criticar algún chiste aparentemente inofensivo y no quedará otra que disculparte, llegando incluso a tener que eliminarlo si se trata de un spot publicitario o borrarlo para emisiones (o ventas en formato doméstico) posteriores. De hecho, ni hace falta que haya sido algo intencionado como lo que sucedió en el caso de ‘Juego de Tronos’. Todo esto hace necesaria la existencia de kamikazes del humor como Sacha Baron Cohen, del que mañana llega a España ‘El Dictador‘.
Imagino que, más o menos, todos conoceréis el triplete cómico anterior encabezado por Baron Cohen: La insufrible ‘Ali G Anda Suelto’ y los falsos documentales ‘Borat’ y ‘Bruno’, siendo divertidísimo el primero y del montón el segundo. De hecho, la gran constante de esas películas era el hecho de Dan Mazer había colaborado en el guión de las tres (y Anthony Hines en el de las dos últimas), pero Baron Cohen ha preferido cortar por lo sano y utilizar nuevos guionistas para ‘El Dictador’, seguramente influenciado por las acusaciones de desgaste que tuvo ‘Bruno’. De hecho, también se ha prescindido de la fórmula de mockumentary, ya que Baron Cohen era ya alguien perfectamente reconocible, limitando esto sobremanera las posibilidades de grabar ciertas escenas bajo el look visual documental.
Eso sí, no creáis que esos cambios de guionistas se han traducido en un cambio importante en el humor utilizado en ‘El Dictador’, puesto que lo escatológico, ofensivo, cruel, políticamente incorrecto y obsceno sirven como base para una película que se no se olvida de su componente satírico a la hora de retratar al dictador de un país imaginario. Cierto es que lo paródico gana enteros respecto sus predecesoras, pero todo está encaminado hacia lo mismo: Reírse no sólo de la política, sino de cualquier tabú que cuadre meter en la película. Aquí los límites al humor los tiene que imponer el espectador sobre lo que le hace reírse, por culpable que pueda llegar a sentirse por ello. Obviamente, eso provoca varias irregularidades en ‘El Dictador’, tanto porque no todos los gags funcionan (hay unos cuantos que son de reaccionar con un ‘¿pero qué me estás contando?’) como porque alguno pueda sentirse incómodo por la fórmula empleada por Baron Cohen.
Una cosa que le sienta muy bien a ‘El Dictador’ es optar por una narrativa convencional que es cierto que despoja a la película del toque distintivo de sus precedentes, pero ya en ‘Bruno’ resultaba un tanto impostado, siendo, en mi opinión, uno de los aspectos que hacían que no funcionase tan bien como ‘Borat’. Larry Charles, que también dirigió las dos títulos mencionados, demuestra su capacidad para controlar el tempo de la historia y que ésta evolucione a buen ritmo. Sí que hay que confiar en ciertas casualidades para ello, pero es que la propia película no se toma nunca en serio a sí misma, estando permitido cualquier disparate que pueda arrancar las carcajadas del espectador. Y doy fe que es algo que se consigue en no pocas ocasiones, encima manteniendo el acierto de contar con un metraje suficientemente reducido para que los espectadores no lleguen a cansarse de lo que están viendo, siendo éste uno de los grandes males de la comedia moderna.
No seré yo el que dude del timing cómico de Sacha Baron Cohen, ya que es capaz de hacer graciosos chistes con los que normalmente jamás me reiría, pero tampoco es un Dios que salva todo lo que toca. Aquí demuestra su capacidad para desdoblarse en varios papeles, ya que la premisa de la película es que el dictador protagonista es traicionado y suplantado por un doble al que interpreta un Baron Cohen que no tiene el más mínimo problema en humillarse todo lo que sea necesario para nuestro regocijo. A su vez, consigue, a través de una mezcla de carisma y talento, que Aladeen, un dictador despreciable que no duda en ordenar asesinar a todo aquel que le molesta (por leve que sea dicha molestia) o faltar al respeto a todo el mundo, resulte alguien cercano al espectador y no tenga problemas en que su empatía vaya con él.
Uno de los puntos que ayudan a ello es ser víctima de un diabólico complot para conseguir la instauración de la democracia en la República de Wadiya. Habrá quien ahora esté pensando que vaya chorradas estoy diciendo, pero es que esa democracia no es más que una cortina de humo para vender los recursos del país a tétricas multinacionales que quieren apropiarse de los recursos materiales de Wadiya a precio de risa. Es cierto que ‘El Dictador’ no profundiza demasiado en ello, pero tampoco es necesario, ya que consigue su objetivo de que el espectador desee la supervivencia de un dictador, ya que, y como deja bien claro la propia película, hoy en día hay muchas democracias que no son mucho mejores que la peor de las dictaduras.
Una cosa que me gustaría señalar es que no os informéis acerca de los cameos que hay en ‘El Dictador’, ya que son uno de sus puntos fuertes (genial el de cierto gran actor que no tiene problemas en prestarse a aparecer sólo unos pocos segundos para una broma de corte sexual), siendo una pena que ya se hubiese comentado tanto la breve presencia de Megan Fox. Hay más, y todos funcionan a la perfección en su finalidad cómica. Por lo demás, Anna Faris vuelve a demostrar su versatilidad como actriz cómica como una ingenua pacifista, Ben Kingsley deja muestras de su saber estar y Jason Mantzoukas supone el contrapunto perfecto para que las acciones de Aladeen resultan aún más absurdas y alocadas.
En definitiva, ‘El Dictador’ es una cinta divertida pero irregular, en la que lo mismo te sueltan varios gags desternillantes seguidos que se recurre a un humor demasiado básico y que ya rara vez hace gracia. Por fortuna, en el bagaje final abunda más lo primero que lo segundo, y también el uso de una incorrección política (atención a cierto discurso en favor de las dictaduras) cada vez más inhabitual. Además, Baron Cohen sabe dotar de encanto a un personaje bastante despreciable si se hubiese decidido abordar la historia desde una perspectiva dramática para que ‘El Dictador’ esté más cerca de la cantidad de risas provocadas por ‘Borat’ que la de cualquiera de sus otras producciones.
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