“Dentro de todos nosotros está…todo lo que hemos visto, todo lo que hemos hecho, y todas las personas a las que hemos amado”.
A esta altura, resulta una obviedad declarar que Spike Jonze es uno de los directores más creativos y originales que hayan surgido del cine norteamericano en los últimos 30 años.
Impulsó su carrera como realizador de videoclips para artistas consagrados de la talla de Chemical Brothers, Beastie Boys, R.E.M. y Bjork, entre muchos otros. Su desmesurado talento y su revolucionaria original le valieron el respeto y admiración incondicional de una cada vez más creciente legión de admiradores (todos recordamos ese genial video de Fatboy Slim donde aparecía Christopher Walken bailando en un hotel solitario).
No hay dudas: si un adjetivo le queda bien a Jonze, ese adjetivo es “innovador”.
El salto al largometraje llegó en 1999 con “Being John Malkovich” (Quieres ser John Malkovich), un film creativo, surrealista y delirante.
Y claro, cuando aparece un director interesante con un buen debut, todos esperamos con impaciencia su segunda película para comprobar si el tipo en cuestión es un suertudo o un talento innato.
El siguiente film de Jonze alcanzó para corroborar su lugar en el cine contemporáneo: se trata de “Adaptation” (aquí conocida como “El ladrón de orquídea”) en 2002. Un film que, en cierto modo, se relacionaba con su anterior película (ambos escritas por el genial Charlie Kaufman), aunque en “Adaptation” podemos encontrar un tono más profundo, personal, intimista.
Después vino una pausa (7 largos años), hasta que Jonze regresó a la dirección con un film que, lamentablemente, no va a estrenarse en nuestro país. Se trata de “Dónde viven los monstruos”, adaptación del clásico infantil de Maurice Sendak.
Esta película fue un fracaso comercial en Estados Unidos, y las razones son obvias: es una película demasiado adulta para el público infantil, y demasiado infantil para el público adulto. La audiencia hacia la cual va dirigida está formada por aquellos niños-grandes, los nostálgicos empedernidos, los melancólicos sin remedio; y esta clase de espectadores parece que no es muy abundante; ni siquiera representan un target muy amplio.
La historia pude resumirse en pocas líneas: Max es un niño problemático, con una familia disfuncional. Tras un conflicto con su madre, se escapa de casa y sube a un velero que lo transportará a una inhóspita isla donde encontrará una aldea de monstruos.
¿Qué es real y qué es imaginario? ¿Max realmente ha llegado a esa isla o todo es producto de su imaginación? Eso poco importa. El verdadero interés del film es narrar una historia sobre la pérdida de la inocencia: Max se divierte en esta isla de sueños y desarrolla una intensa amistad con estos monstruos, pero de a poco empieza a emerger el mundo de los adultos: descubre que esos monstruos tan simpáticos son, en el fondo, egoístas, depresivos, impredecibles, inseguros, y sus relaciones están teñidas de manipulaciones, engaños, sentimientos de posesión y miedo a la soledad.
Max se da cuenta que no puede encontrar la felicidad en este desolado paraje, no sabe cómo hacer felices a sus compañeros. No sabe qué es la felicidad. Creyó que se trataba de jugar interminablemente, pero el juego se está por terminar, y la inocencia también. Sin darse cuenta, Max está madurando.
Al final, ¿qué es “Dónde viven los monstruos”? ¿Una comedia, un drama, un film de terror? Es todo eso, y más.
Es un film muy poético, cargado de una sencillez melancólica que puede llegar a colmar la paciencia de muchos espectadores. No esperen grandes acontecimientos ni sorpresivos giros argumentales porque no los hay. Si quieren disfrutarla, tienen que dejarse llevarse… como Max, como cuando éramos niños y los monstruos eran imaginarios.
1 comentario:
Me gustó tanta esta película...
"No es malo, es que tiene miedo"
Una frase genial, en verdad.
Besos y feliz año 2011!
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