domingo, 4 de septiembre de 2011

CICLOS NATURALES


FUENTE: Mitología y Arqueología Mistérica

Los seres humanos, los animales, las plantas, la Tierra que habitamos, el universo todo, vivimos inmersos en unos ciclos naturales de los cuales no somos conscientes. Toda la existencia se rige y actúa según esos ciclos, y quizá lo que se pretende, lo que el hombre ha buscado desde el principio de los tiempos, es sentirse uno con la Naturaleza que le rodea, con el Todo de infinitas caras.
La división simbólica del tiempo la medimos por la vida y la muerte como ciclos, incluso el Universo está sometido a la “Respiración de Brahma” que crea todo cuando exhala y después vuelve a inhalar, absorbiendo todo otra vez para volver a manifestarse de nuevo. También en la cultura azteca, el ciclo solar recrea la existencia humana en un solo día; en el ocaso, el sol es devorado por la tierra y se sumerge en el inframundo, del cual sólo resurge para proporcionar Vida mediante un sacrificio de sangre. Incluso las actuales teorías apuntan a una expansión y un repliegue del universo sobre sí mismo.
Estamos inmersos en un mar de pulsiones rítmicas, desde nuestra respiración a los latidos del propio corazón, o el acompasado vaivén sexual que hace posible la procreación y la vida. Como las olas, que mueren en la playa, pero siempre regresan o las estaciones que se suceden en perfecto Orden natural.

Los ciclos de los que participamos a nivel humano son:
- Día y noche
- Días de la semana
- Meses
- Estaciones
- Personales.

Los días de la semana supondrían un “pequeño ciclo”. Los meses, un “gran ciclo”, y las estaciones, un “ciclo cuadrado” en el que se asienta la naturaleza para procrearse a sí misma una y otra vez. El ciclo personal es el que nos toca vivir a lo largo de nuestra vida, y que contiene a los otros en sí mismo, pues todos tenemos día y noche en distintas medidas y momentos; todos vivimos pequeños y grandes ciclos y todos transitamos un ciclo cuadrado que comprende toda nuestra existencia, aunque puede ser recorrido de otras diversas maneras.


Las diferentes unidades de medida del tiempo y los nombres por los que las conocemos no son cosa de ayer. Desde antiguo hemos dividido el tiempo en las mismas porciones y los nombres actuales provienen de los de antaño. Y no se deben a decisiones arbitrarias, están basadas en los conocimientos astronómicos de los pueblos de la Edad Antigua que han llegado hasta nuestros días a través del filtro de la Roma clásica.
Diferenciar entre el día y la noche es lo más obvio, siendo el siguiente paso agrupar ambos en una unidad de tiempo que abarca un ciclo de luz-oscuridad, es decir, un día. Después, éstos se unen en grupos de siete a los que llamamos semanas (de sept- siete en latín). Y son siete los días de la semana pues siete eran los astros móviles sobre el fondo aparentemente fijo del firmamento de estrellas que observaban los primitivos astrónomos: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Luna y Sol. Estos pueblos identificaron algunas de sus deidades con estos cuerpos que se desplazaban de constelación en constelación. Por ello dedicaron un día a cada uno de ellos y, una vez completado el ciclo de siete días, volvían a repetirlo. Diferentes han sido los nombres como diferentes han sido los pueblos pero, el nombre con el que han llegado a nosotros, lo debemos al poder integrador de la cultura romana.

Así, consideraban que el astro más cercano era el SOL (sol, solis- en latín) al que dedicaron el primero de los días. LUNES viene de dies lunae (día de la Luna); MARTES de dies martis (de Marte, dios de la guerra); MIÉRCOLES de dies mercuriis (Mercurio); JUEVES de dies jovis (Júpiter, el dios Padre); y VIERNES de dies veneris (de Venus, la diosa del amor).
El SÁBADO (dies Saturnus) proviene del hebreo Sabbath, el día festivo para los judíos, ya que en él, Dios descansó después de la creación. La palabra "Sabbath" procede del hebreo Yhom- Hash-Shab-Bath (día de descanso), relacionado con la palabra Shevah (siete). El nombre del DOMINGO lo debemos al cristianismo y procede de Dominicus Dies (día del Señor), y para diferenciarlo del judaísmo, lo colocaron al final de la semana, como el día del descanso.
Los nombres de las estaciones del año proceden del latín: VER, AESTAS, AUTUMNUM, HIEMS. AUTUMNUM procede de Augere, que significa "crecer". AESTAS está relacionado con Aestus (calor, ardor). El origen de los otros dos nombres es más dudoso.


Los nombres que se usan en castellano proceden del latín vulgar. El principio de la primavera (VER) pasó a llamarse Primam Verem (en femenino, Primam Veram), con lo que el (Tempus) VERANUM pasó a abarcar el final de lo que hoy es la primavera y el principio de lo que hoy llamamos verano. Las otras estaciones se designaban con los nombres de (Tempus) AESTIVUM, (Tempus) AUTUMNUM y (Tempus) HIBERNUM (de Hiems), es decir, que se conocían cinco estaciones: primavera, verano (finales de primavera y principios de verano), estío (el resto de lo que hoy conocemos como verano), otoño e invierno. Desde el siglo XVII, se vuelve al sistema de cuatro estaciones utilizado antiguamente por los romanos, pues eran más coincidentes con los periodos de Siembra-maduración-recolección-descanso presentes en la Naturaleza; así como con el ciclo natural de Infancia-juventud-madurez-muerte, o el simbólico de Nacimiento-vida-muerte-renacimiento.
Inicialmente, los romanos dividían el año en 10 meses: de aquí procede el nombre de SEPTIEMBRE, OCTUBRE, NOVIEMBRE Y DICIEMBRE (Septem, Octo, Novem y Decem).
El resto de los meses recibe su nombre de los dioses del panteón romano: ENERO viene de Januarius (de Janus, dios relacionado con todo lo que tiene que ver con el inicio de alguna cosa; también era el dios que presidía la entrada de los templos); MARZO, de Martius (de MARS, dios de la guerra); MAYO está dedicado a Maia, diosa de la primavera; JUNIO es el mes de la diosa JUNO (esposa de JÚPITER).
FEBRERO tiene su raíz en el verbo FEBRUARE, que significa purificar, ya que durante su transcurso tenían lugar ceremonias de purificación y expiación. Y ABRIL procede de Aprilis (de Aprire, abrir), ya que en este mes la Naturaleza recobra su esplendor. Posteriormente, los romanos reformaron su calendario añadiendo JULIO y AGOSTO (por Julio César y Octavio Augusto), y lo convirtieron en el actual de doce meses, más acorde con la división que ya babilonios y asirios habían hecho del firmamento utilizando un sistema basado en la división en partes iguales de la estrecha franja que forman los planetas con su movimiento propio respecto al fondo de estrellas y constelaciones. Esta franja está dividida en doce sectores imaginarios, uno por cada mes del año.
Al parecer tenemos acceso a vivir esos ciclos de manera consciente, de interiorizarlos y ser uno con ellos, de estar en consonancia con las energías que incansablemente se mueven en círculos eternos dando sentido a la vida y a nuestra propia existencia. Por eso, es importante conocer qué sentido tienen, qué completan y qué estamos haciendo realmente concluyendo su recorrido. Iniciamos, pues, una andadura por los distintos ciclos naturales que nos acompañan desde el principio de la Humanidad.

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