A través de un texto clásico, el clérigo francés Agobardo (arzobispo de Lyon en el siglo IX) informó a sus superiores que los miembros de su grey estaban alarmados porque la zona se hallaba "plagada de navegantes aéreos".
Agobardo desestimó estas creencias por tratarse de "gentes enceguecidas por una profunda estupidez". Más tarde, relata en una de sus crónicas que pudo ver a cuatro personas encadenadas a quienes se les acusaba de pertenecer a la tripulación de una nave aérea que había caído en las proximidades de Lyon. Los pobladores estaban tan enojados que los apedrearon hasta matarlos.
Hay otra narración similar que data del siglo XIII: una aeronave se había posado sobre una pila de piedras en las cercanías de una población inglesa. Un tripulante descendió de la nave y fue rodeado por un violento grupo de campesinos que lo asfixiaron.
Hubo además una espectacular serie de acontecimientos en la ciudad de Nuremberg, Alemania, entre abril de 1561 y septiembre de 1571. El primer hecho fue registrado por el diario La Gaceta, donde se informaba que apenas despuntó el alba, muchas personas pudieron ver que el cielo comenzaba a llenarse de esferas rojas, azules y negras, y de discos circulares, así como de un gran número de cruces rojas. "Todos aquellos elementos empezaron a luchar unos contra otros".
El segundo caso ocurrió el 7 de agosto de 1566, cuando Basilea amaneció con el cielo cubierto de esferas negras enredadas en un combate aéreo. En esta misma ciudad, el 29 de septiembre de 1571, el periódico Neue Zeitung registraba la aparación de una enorme estela negra que permaneció visible durante todo el día.
En marzo de 1716, el astrónomo inglés Edmund Halley (descubridor del cometa que lleva su nombre) fue testigo de un objeto luminoso que se mantuvo en el cielo durante más de dos horas. Y agrego: "fui capaz de leer un texto bajo su inmenso resplandor".
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