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En un marco de alegría y emoción, los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores se sumaron a los festejos por la llegada de la Marcha por la Paz y la No-Violencia a la Capital Federal de la República Argentina.
La jornada comenzó en pleno atardecer porteño. Desde los distintos barrios de la Ciudad, grupos de personas fueron acercándose hacia el Obelisco. Allí comenzó, a las 18, la caravana hacia la Plaza de Mayo –ubicada frente a la Casa de Gobierno-, dónde el Equipo Base se reunió con los cerca de 10 mil marchantes y encabezó el camino hacia la Plaza de los Dos Congresos.
“Estamos realmente cansados”, explicó el miembro del Equipo Base Tony Robinson, de Inglaterra. “Hemos pasado muros que dividen pueblos, hemos estado con sobrevivientes de bombas atómicas, hemos visto la pobreza que azota el Africa y la injusticia social a nivel mundial. Tratamos de hacer lo mejor que pudimos”.
Robinson destacó que se había sentido particularmente conmovido cuando, durante su recorrido por Hiroshima, fue abrazado por una sobreviviente del primer bombardeo nuclear en la historia de la humanidad. “Esa es una experiencia que jamás olvidaré”, comentó.
Sudhir Gandotra, vocero de la Marcha Mundial en la región Asia-Pacífico, afirmó que “a pesar de las diferencias de lenguajes, la forma de abrazar o saludar, en todos los lugares hemos compartido un mismo sentimiento de alegría”. Asimismo, afirmó que su experiencia en la India le había permitido observar “ejercicio de la vida real de como podría ser el mundo en paz”.
El principal orador del evento fue Guillermo Sullings, vocero de la Marcha Mundial en Argentina. “La nuestra no es una paz abstracta”, aseguró antes de recordar las cinco exigencias centrales de la Marcha: El desarme nuclear a nivel mundial, el retiro inmediato de las tropas invasoras de los territorios ocupados, la reducción progresiva y proporcional del armamento convencional, la firma de tratados de no agresión entre países y la renuncia de los gobiernos a utilizar las guerras como medio para resolver conflictos. Antes de finalizar, recordó que “hay muchas utopías que dejan de ser utopías y se convierten en realidades. A todos los que dicen ‘siempre hubo guerras y siempre hubo violencia’ les decimos: nunca hubo Marcha Mundial, y no van a detenernos”.
Cuando el equipo base estaba saludando al público, llegó al escenario el representante de Mozambique, Michelle Ussen, quién se dirigió de forma directa a los gobiernos del mundo. “Sus discursos hipócritas terminan con esta marcha –aseguró. Continuaremos hasta que se termine el hambre y dejen de vender las armas que permiten la matanza entre hermanos en África, Asia y América”.
Mientras tanto, los principales artistas –La Missisipi, el solista Javier Calamaro y el actor Alfredo Casero- esperaban con tranquilidad el comienzo de sus performances detrás del escenario. El ex integrante del show televisivo Cha Cha Cha fue el primero en presentarse. “¿Cómo no iba a estar?”, preguntó de forma retórica antes de interpretar “Shimauta” (Canción de la isla), una canción de Kazufumi Miysawa inspirada en la sufrida isla de Okinawa, en Japón.
Casero aprovechó la ocasión para expresar que “la violencia es una cosa nuestra, demasiado humana. Pero debemos usar la inteligencia en contra de la guerra. La expresión humana inteligente debe ser la paz”. Su emocionante performance –se trató de su voz sobre la base del piano y un corista- concluyó con una fuerte acogida del público y un pequeño consejo: “cuidemos las acciones personales”.
A las 21 horas fue el turno de Javier Calamaro y Los Piratas, que tocaron dos canciones, una de ellas censurada por la dictadura militar de 1976 a 1983. “Su autor, por el simple hecho de ser cubano, estaba prohibido”, explicó Calamaro. Luego, Victorio Menghi, autor del disco Tango Fussion tocó un tema de la Marcha Mundial. Finalmente, invitó a Marcela Green a que lo acompañe en “Canción con todos”, de la recientemente fallecida Mercedes Sosa, con la que el público participó mediante un karaoke.
El cierre del evento estuvo en manos de La Missisipi. Su líder, Ricardo Tapia, destacó la energía del público presente y dijo “no a la guerra y no a la injusticia, que es la mayor violencia de todas”. Luego de 40 minutos de blues sin interrupciones, llegó el momento de las palabras finales, a cargo de Anna Furdada, quién agradeció a los presentes y los invitó a sumarse al último tramo de la movilización.
Así concluyó el evento central del paso de la Marcha Mundial por Buenos Aires, la última “gran ciudad” en recibir la Marcha Mundial, que había recorrido, entre otras, Sydney, Tokyo, Moscú, Berlín, Paris, Roma, Londres, Nueva York, México (D.F.) y San Pablo. Ahora, luego de tres meses y 120 países visitados, sólo queda por delante el viaje hacia la Cordillera de los Andes, dónde se realizará, el 2 de enero, el cierre de la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia.
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