domingo, 12 de abril de 2009

KAZANTZAKIS Y LA RELIGION


Para comprender el pensamiento "religioso" de Kazantzakis, hay que distinguir varios niveles: el de la religión, el de la Iglesia y el de la religiosidad.
La religiosidad es el núcleo, la religión la cáscara, la religiosidad es lo vivido, la religión es la expresión. En cuando a la Iglesia, es la institución. Kazantzakis se colocaba en la esfera de la religiosidad.
Es verdad que desde su edad juvenil, fue atraído por la tradición: íconos, vidas de santos (sinaxarios), misas y cantos litúrgicos. Se inspiró en todo ello en su obra y de ello habla largamente en sus escritos, en su correspondencia, en sus tragedias. Pero a menudo hace mención del comportamiento poco religioso de los monjes, sacerdotes y obispos, ya que con frecuencia no encontró en muchos de ellos la espiritualidad, el verdadero cristianismo y la verdadera fe que buscaba.
Kazantzakis escribe: "Un sólo deseo me embarga: el de descubrir lo que se oculta tras lo visible, de horadar el misterio que me da la vida y me la quita, y de saber si una presencia invisible e inmutable se oculta más allá del flujo incesante del mundo".
Kazantzakis estudió las religiones y las filosofías. Pero más que ninguna otra persona, lo fascinó Cristo. Varias obras suyas se inspiraron en el Evangelio.

Kazantzakis precisa la importancia que Cristo revistió en su vida espiritual: "Desde mis años de niño, Cristo me obsesionó. Esa unión tan misteriosa y tan real del hombre y de Dios, esa nostalgia, tan humana y tan sobrehumana, de una reconciliación de Dios y del hombre al más alto nivel a que un ser pueda aspirar... En mi epopeya, la "Odisea", consagro a Cristo una rapsodia. Pero eso no me liberó. Más tarde, volví a la carga. Escribí "Cristo de nuevo crucificado" y enseguida "La última tentación". Pero a pesar de estas tentativas, el tema sigue siendo inagotable para mí, pues el misterio del combate del hombre y de Dios, de la carne y del espíritu, de la muerte y de la inmortalidad, es inagotable".
En el prefacio de "La última tentación", Kazantzakis escribió a propósito de Cristo: "Es necesario que podamos seguir a fondo, conocer su combate, que vivamos su agonía; que sepamos cómo desbarató las trampas floridas de la vida; cómo sacrificó las grandes y pequeñas alegrías del hombre; cómo subió, de sacrificio en sacrificio, de proeza en proeza, hasta la cima de la prueba, hasta la Cruz. Nunca seguí con tal intensidad, con tal comprensión y amor la vida y la Pasión de Cristo, como a lo largo de esos días y esas noches cuando escribía La última tentación. Al escribir esta confesión de la angustia y de la gran esperanza del hombre, estaba yo tan conmovido que mis ojos se llenaban de lágrimas; no había sentido nunca la sangre de Cristo, con tanta dulzura y tanto dolor, caer gota a gota a mi corazón".

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