lunes, 21 de febrero de 2011

DIOSES EN EL UMBRAL


Fragmento de "Dioses en el umbral", de Isaías Nobel

Y desde entonces, nada había sido igual en su vida. Padre, familia, trabajo, amigos, fueron paulatinamente reemplazados en su escala de prioridades por esta gente singular, un puñado de jóvenes que se proponía aquella cosa absurda: despergtarse a sí mismos difundiendo una doctrina del despertar entre todos los seres humanos del planeta.
¡No recordaba haber escuchado algo tan rídiculo y desproporcionado en toda su vida! Gente absolutamente desconocida, sin acceso a los círculos de poder y prestigio político, intelectual, académico o de cualquier otro tipo, en un país periférico alejado de los centros de decisión mundial.
(...)
La etapa siguiente a las reuniones semanales consistía en una especie de retiro urbano de quince días, donde se profundizaba en los estudios de autoconocimiento y en la práctica de distintas técnicas, todo ello tendiente a crear en cada partícipe un "campo" mínimo de experiencias en torno a esta diferente visión de uno mismo y del mundo.
Quienes después de semejante inmersión en "terra incognita" emergían con su decisión fortalecida, eran invitados a participar en trabajos más extensos en el tiempo y más intensos en cuanto al programa de estudios y de práctica que se proponían para esta nueva etapa, en la que se apuntaba a consolidar una condición o "base", apta para avanzar en otros desarrollos, prácticas y actividades de difusión y organización.
Desde su óptica de las primeras semanas, solamente podía encontrar algo parecido a este grupo surrealista, a esta suerte de personajes surgidos del universo de Roberto Arlt o de Leopoldo Marechal, apelando a la lectura de esos autores o a las obras de escritores de ciencia ficción y de textos de escuelas como las de los sufíes o del misterioso Gurdjieff y sus discípulos más conocidos: Ouspensky, Nicols y Daumal.
Pero a medida que fue avanzando en su proceso formativo, advirtió que estaba frente a un sistema que no solamente incluía algunos aspectos del esquema de los centros de respuesta de Gurdjieff, sino otros provenientes del yoga en lo referente a posturas y respiración, de Schultz en lo relativo a los sistemas de tensión y distensión, de pensadores, filósofos y hombres de ciencia como Ortega y Gasset, Nietzsche, Von Brentano, Husserl, Einstein, Prigogine (entre muchos otros) y, fundamentalmente, de maestros como El Buda.
Se trataba de un enorme trabajo de síntesis, de una estructuración de muchas de las mejores expectativas y desarrollos provenientes de distintas épocas y diferentes culturas, tanto de Oriente como de Occidentete. No era un sincretismo más de un refrito de extravagancias y excentricidades aptas para fascinar a los jóvenes de aquella década.
(...)


El grupo había hecho suya la proclama de Immanuel Kant: ninguna institución, ningún sistema de ideas podía quedar al margen de un análisis minucioso y de una crítica fundamentada. El punto de vista (el interés) desde el que se haría esta crítica había quedado claramente expuesto desde el inicio: esas instituciones, esos códigos morales, esas ideologías, en suma: esas concepciones acerca del "ser humano", ¿eran útiles al avance de todos los seres humanos hacia la libertad, hacia la superación de la violencia, hacia la superación del dolor y el sufrimiento personal y social?
En aquel paisaje humano mundial bullente y caótico, el objetivo que había reunido a los primeros miembros y que, a la vez, los llevó a formular aquel programa de estudios y prácticas, se sintetizaba en unas pocas ideas muy simples (excentas del colorido y el brillo de otras que circulaban profusamente por aquellos tiempos): la necesidad de avanzar hacia la superación del dolor y el sufrimiento en uno mismo y en los demás: la idea de que el individuo y su medio constituyen una estructura en permanente interacción; el dolor es físico y puede desaparecer gracias al avance de la ciencia y de la justicia social; el sufrimiento es mental, y puede superarse merced a la comprensión de su origen y al fortalecimiento de la fe en uno mismo y en los demás; el dolor y el sufrimiento son la expresión de la violencia personal y social. Hay varias formas de ejercer la violencia, además de la más evidente que es la violencia física, que en la mayoría de los casos es la culminación de una larga cadena de violencias ejercidas contra y entre los seres humanos: la violencia económica, la violencia moral, la violencia psicológica, la violencia generacional, la violencia religiosa, la violencia étnica y la violencia sexual.

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