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Lo cierto es que aquellos "torbellinos", "carros de fuego" o "ruedas voladoras" aparecen muchas veces a lo largo de la Biblia y otros textos apócrifos. Realizan maniobras extrañas, son "habitados" por ángeles de gran estatura, luminosos, de rostros extraños... Para algunos son demasiadas coincidencias. E investigadores como Erich von Däniken o Andreas Faber-Kaiser lo tienen claro: se trataba de naves extraterrestres.
Pero aún hay más: esos misteriosos objetos – y su enigmática función "arrebatadora" – ya fueron conocidos por Jesús. Así, en el apócrifo Historia de José, el carpintero (capítulo XVIII), podemos leer, en boca de Jesús: "¿Y que me impide ahora que yo ore para que mi Padre envíe un gran carro luminoso que eleve a José y que le traslade al lugar de reposo, para que viva allí con mis ángeles incorpóreos?".
En cualquier caso, ni siquiera hace falta bucear en los apócrifos, porque en el Evangelio de San Mateo (capítulo 17, 1-13), en donde se narra el extraño episodio de la Transfiguración, se dice que a Jesús le "brillo su rostro como el Sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz". Y allí aparecieron dos seres e, instantes después, les cubrió una "nube resplandeciente". Al abrir los ojos, todo volvió a la más absoluta normalidad. Lo más curioso es que aquellos dos seres luminosos fueron identificados como Elías – arrebatado para siempre – y Moisés, cuyo cadáver, después de haber mantenido contacto abierto con misteriosos seres que viajaban en extrañas "nubes", jamás fue encontrado.
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