Por Walter Graziano
Parte 1
En lo que atañe al petróleo, elemento central en esa línea de pensamiento, muy poca información acerca de sus cantidades, distribución geográfica e ideas para reemplazarlo se suele divulgar en forma masiva en los medios de comunicación. Pensar en reemplazar la tecnología del petróleo por otra, desde el punto de vista económico, presenta más de un riesgo —que habrá que correr—. Requiere pensar la situación que puede desatarse en los mercados financieros con mucha anticipación, dado que un eventual reemplazante barato del petróleo podría poner en un riesgo elevado la salud financiera de los enormes pulpos petroleros y, por lo tanto, de los mercados financieros en su conjunto. Por otro lado, un reemplazante muy barato y abundante del petróleo podría sacar de forma inmediata de la pobreza a millones de personas.
El petróleo no es precisamente un tema cuyo análisis despierte la pasión de multitudes.
Una cosa de la que no tomamos adecuada conciencia es que la vida entera podría ser analizada desde un punto de vista de transformación de la energía. Cuando comemos, o nos vestimos, o desarrollamos cualquier actividad diaria, no estamos haciendo otra cosa que procesar energía.
Al hablar de energía no nos referimos a un mercado más o a un bien común y corriente, fácilmente sustituible por otro, sino que hablamos de supervivencia. Si muchas veces no nos ponemos a pensar en estas cuestiones es porque, salvo en contadas ocasiones, no hemos padecido graves problemas para hacernos de la energía necesaria para vivir y consumir los bienes que deseamos. Queda claro, entonces, que no da lo mismo que las fuentes energéticas estén basadas en recursos renovables o no renovables. Los recursos no renovables están destinados a agotarse y, si no dan lugar con el paso del tiempo a otro tipo de recursos que los suplanten, puede comenzar un proceso que no hemos vivido nunca en nuestras vidas: una lucha mucho más dura por la supervivencia.
La energía con la cual nos movemos, y movemos todos los bienes, es básicamente la misma que se usaba hace un siglo y medio, es un recurso no renovable, escaso, contaminante y que ha ocasionado terribles guerras, varias de ellas recientes.
No hay planes gubernamentales importantes para fomentar que el petróleo sea reemplazado por un recurso energético renovable. EEUU continúa dilatando la decisión acerca de la licitación entre universidades norteamericanas para estudiar en forma hipotética cómo desarrollar la tecnología del hidrógeno. No es nada improbable que los enormes intereses que hay detrás del oligopolio mundial petrolero hayan provocado su silenciamiento. Cuando hablamos de monopolio u oligopolio mundial petrolero debemos referirnos ineludiblemente a las empresas derivadas de la antigua Standard Oil, compañía creada luego de la guerra civil norteamericana por John D. Rockefeller I.
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