Por Luis Ammann
La relación entre los empresarios y el Estado abarca un espectro de actitudes humanas que van desde la mutua colaboración hasta la destrucción.
La mayoría de las pequeñas y medianas empresas necesitan el apoyo de créditos blandos, la exención impositiva en algunos casos, el apoyo de políticas de estado que promocionen sus productos donde no pueden llegar como mercados de exportación y otras. En general, estos emprendedores son recíprocos y lo demuestran devolviendo los préstamos, pagando los impuestos, respetando, en general, los acuerdos con el Estado (tasas de ganancias, precios, etcétera). Este tipo de relación entre Pymes y Estado es generalmente satisfactoria para las partes y para el país.
La relación entre las multinacionales y el Estado es harina de otro costal. Adviértase que no hablamos de gobiernos sino de Estado. Las empresas, en cualquier país del mundo globalizado, no tienen otro objetivo que la ganancia. Se produce lo necesario y lo innecesario; se vende a los mayores precios que aguante el mercado; la durabilidad de los productos es la menor posible para que su reposición se realice en el corto tiempo; el costo laboral es el menor que se pueda pagar; la evasión de impuestos es un deporte y la especulación, una norma. La ganancia -que no tiene patria ni bandera- producida en esas condiciones no siempre vuelve como reinversión sino que va al circuito financiero y se convierte en capital especulativo internacional.
Otra función que les encanta a los patrones es que el Estado les otorgue créditos y no pagarlos. Esto sucedió con el Banco de Desarrollo, largamente pedido por los empresarios y quebrado por incumplimientos de deudas. Digan si no es eficacia empresarial. Pura ganancia.
Por último, los empresarios también alientan al Estado a que invierta en sus empresas y le pagan dividendos. Pero eso sí, hayuna modalidad para los particulares y otra para el “Hermano Bobo”. En cualquier sociedad un accionista decide en relación al monto de sus acciones. Quien tiene el 30 por ciento de las acciones decide en ese porcentaje y aliado con otro que tenga el 21 por ciento, manejan la empresa. Pero tratándose del Estado pretenden que no pase -cualquiera sea el monto de sus acciones- de un 5 por ciento a la hora de las decisiones. Otra medida de ese tal Domingo Felipe Cavallo, que fue ministro de Economía del neoliberalismo.
En Argentina, la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) gestiona una masa de dinero proveniente de los aportes de los trabajadores activos, el Impuesto al Valor Agregado (IVA), los fondos acumulados en años de aportes por los que ahora están en retiro, los ingresos provenientes de inversiones (dividendos de acciones en empresas), etcétera. De ahí proviene el dinero que este gobierno ha invertido en varias empresas y que le da derecho a poner Directores y a decidir.
¿A qué le temen los dueños de Techint? ¿A que se descubran evasiones impositivas? ¿Fugas de dinero disimuladas? ¿Dibujos contables? ¿Rutas de dinero?
Seguiremos este tema porque tiene mucha tela para cortar. Pero, para finalizar por hoy: ¿sabe usted quién es el Estado a quien intentan esquilmar los grandes capitales? Es usted, yo, nosotros. No sólo nos despojan con precios indebidos cuando compramos alimentos o cualquier otra cosa que producen sino que también roban los fondos comunes que nos pertenecen y que podrían incrementar el monto de nuestras jubilaciones y pensiones. Hay que estar atentos al verdadero enemigo interno: el capitalismo, sus vicios, sus representantes y beneficiarios.
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