Por Mijail Gorbachov, presidente de la Unión Soviética en el año 1986 durante la catástrofe de Chernobyl. El artículo ha sido publicado en abril del 2006 en diferentes medios de comunicación. El Inconformista Digital.
El accidente nuclear en Chernobyl, del que este mes se cumplen 20 años, fue tal vez —incluso más que la perestroika— la verdadera causa del colapso de la Unión Soviética. De hecho, esta catástrofe fue un punto de inflexión histórica que marcó una era anterior y una posterior al desastre.
La misma mañana de la explosión en el centro nuclear el 26 de abril de 1986, el Politburó se reunió para analizar la situación y, a continuación, organizó una comisión de gobierno para hacer frente a las consecuencias. La comisión debía controlar la situación y asegurarse de que se tomasen medidas serias, particularmente en cuanto a la salud de las personas en la zona del desastre. Más aún, la Academia de Ciencias designó un grupo de destacados científicos que fue enviado de inmediato a la región de Chernobyl.
El Politburó no tuvo de manera inmediata información apropiada y completa que reflejara la situación posterior a la explosión. Sin embargo, había en su interior un consenso general de que debíamos entregar la información de manera transparente tras recibirla. Eso estaría dentro del espíritu de la política de glasnost que para entonces ya estaba bien establecida.
Por ello, las acusaciones de que el Politburó ocultó información sobre el desastre están alejadas de la verdad. Una razón por la que creo que no hubo un engaño deliberado es que, cuando la comisión gubernamental visitó el lugar de los hechos justo después del desastre y pernoctó en Polesie, cerca de Chernobyl, todos sus miembros cenaron con comida y agua regulares del lugar, y anduvieron todo el tiempo sin respiradores, al igual que el resto de las personas que trabajaban allí. Si la administración local o los científicos hubieran sabido la verdadera magnitud del desastre, no se habrían arriesgado a eso.
De hecho, nadie sabía la verdad, y por esta razón fueron en vano todos nuestros intentos por recibir información completa sobre la dimensión del desastre. Al principio pensamos que las consecuencias de la explosión se verían principalmente en Ucrania, pero Bielorrusia, al noroeste, fue afectada de manera mucho peor, y luego Polonia y Suecia sufrieron los efectos.
Por supuesto, el mundo supo primero del desastre a través de científicos suecos, creando la impresión de que estábamos escondiendo algo. Sin embargo, la verdad es que no teníamos nada que esconder; sencillamente, carecimos de información durante un día y medio.
Sólo unos pocos días después, supimos que lo que había ocurrido no era un simple accidente, sino una genuina catástrofe nuclear: una explosión en el cuarto reactor de Chernobyl.
Aunque el primer informe apareció en Pravda el 28 de abril, la situación distaba mucho de ser clara. Por ejemplo, cuando el reactor explotó, primero se intentó apagar el incendio con agua, lo que no hizo más que empeorar la situación, ya que esto comenzó a dispersar partículas nucleares por la atmósfera.
Mientras tanto, aun así podíamos adoptar medidas para ayudar a la gente de la zona del desastre, que fue evacuada, y más de 200 organizaciones médicas tomaron parte en las pruebas realizadas a la población para detectar signos de intoxicación por la radiación.
Había un serio peligro de que el contenido del reactor nuclear escurriera por el suelo y alcanzara el río Dniéper, poniendo en peligro a la población de Kiev y otras ciudades a lo largo de las riberas. En consecuencia, comenzamos el trabajo de protección de las zonas colindantes con el río, empezando con la desactivación total de la planta.
Los recursos de un inmenso país se movilizaron para controlar la devastación, incluido el trabajo de preparación del sarcófago que aislaría el cuarto reactor. Más que ningún otro factor, el desastre de Chernobyl abrió la posibilidad de una mucho mayor libertad de expresión, al punto que el sistema no pudo continuar tal como lo conocíamos. Dejé absolutamente claro lo importante que era proseguir con la política de glasnost, y debo decir que empecé a ver el tiempo en términos de un antes y un después de Chernobyl.
El precio de la catástrofe fue abrumador, no sólo en términos humanos, sino también económicos. Incluso hoy sus consecuencias afectan las economías de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
Chernobyl me abrió los ojos como ninguna otra cosa lo había hecho: mostró las horribles consecuencias de la energía nuclear, incluso si se utiliza para fines no militares. Ahora uno puede imaginarse mucho más claramente lo que habría pasado si hubiera explotado una bomba nuclear. Lamentablemente, el problema de las armas nucleares sigue siendo muy serio en la actualidad.
El vigésimo aniversario de la catástrofe de Chernobyl nos recuerda que no debemos olvidar la terrible lección que el mundo recibió en 1986. Debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder para mantener seguras y sin riesgos las instalaciones nucleares. También deberíamos comenzar a trabajar seriamente para producir fuentes alternativas de energía.
El hecho de que los líderes mundiales estén hablando cada vez más sobre este imperativo sugiere que la lección de Chernobyl finalmente se está comprendiendo.
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