Por Walter Graziano - Parte 11
George Herbert Walker Bush, presidente de Estados Unidos entre enero de 1989 y enero de 1993, nació en junio de 1924, en el extremo opuesto a Texas: Massachusetts, lugar de donde provienen las familias norteamericanas de la más rancia aristocracia.
Bush padre es bautizado en el rito episcopaliano del protestantismo. La religión episcopaliana es característica de la élite aristocrática norteamericana. Casi nadie en Estados Unidos es episcopaliano. Sólo unos pocos ricos —los más ricos— de sangre azul. El credo episcopaliano es el desprendimiento norteamericano del anglicanismo. El anglicanismo, a su vez, es un cisma de la Iglesia Católica Apostólica Romana, formado como tal cuando, hacia el siglo XVI, el Papa se niega a aprobar uno de los famosos divorcios del rey Enrique VIII de Inglaterra y, por lo tanto, este último decide romper con Roma y nombrarse a sí mismo "Papa" para los ingleses. Los anglicanos —y, por lo tanto, los episcopalianos— creen que el monarca de Inglaterra —representado por el obispo de Canterbury— es la máxima autoridad religiosa del mundo. Que los ingleses crean eso, vaya y pase. Pero que lo hagan las familias más ricas, opulentas, aristocráticas de Estados Unidos, las que deciden las cuestiones políticas más importantes del mundo, es todo un contrasentido. ¿Acaso Estados Unidos no decidió independizarse de Inglaterra a fines del siglo XVIII supuestamente a causa de unos confusos episodios con unos sacos llenos de té? ¿Por qué la élite de negocios norteamericana sigue creyendo que el rey de Inglaterra es una especie de "Papa" en la tierra? Buena pregunta.
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