martes, 26 de abril de 2011

LA ELITE ANGLONORTEAMERICANA Y LA DEMOCRACIA


Por Walter Graziano - Parte 16

Si la élite anglonorteamericana, profundamente racista, logró nada menos que dos miembros del clan Bush (no menos racista) accedieran a la presidencia de la única superpotencia mundial con sólo ocho años de diferencia, es obvio que el control que ejercen sobre el aparato político norteamericano es enorme.

A Bush hijo no le costó casi nada recaudar 60 millones de dólares para su campaña. Lo hizo en un par de semanas. La élite que controla el petróleo, la banca, las armas y los laboratorios medicinales también influye de manera en los partidos Republicano y Demócrata. Mientras los Rockefeller ejercieron —y ejercen— una influencia decisiva en el Partido Republicano, los Harriman han ejercido una influencia aplastante en el Partido Demócrata durante casi todo el siglo XX, al punto de que nadie accedía a la presidencia de Estados Unidos por este partido sin tener una foto con un Harriman, sobre todo con W. Averell Harriman, el todo poderoso diplomático que ayudó a diseñar el mundo de la Guerra Fría tras la caída de Hitler. Obviamente, los Rockefeller, los Harriman, los Mellon, los Morgan, los Du Pont y los europeos Rothschild son muy amigos entre sí. A veces los Rockefeller y los Harriman deciden intercambiar los partidos políticos en los que influyen, dando una sensación de pluripartidismo familiar. Quizá por eso John D. Rockefeller IV es senador del estado de Maryland por el Partido Demócrata y controla el presupuesto para la investigación de laboratorios medicinales.

Si las cosas son así, entonces, ¿cómo pudo ocurrir que Bill Clinton llegara a la presidencia estadounidense y demorara ocho años la campaña de Irak?


Vayamos por partes: la operación Irán Contras fue una de las más gigantescas operaciones ilegales encubiertas. Requirió mover entre países enormes cantidades de armas para hacer posible la guerra Irán Irak y el terrorismo en Nicaragua. Movilizó enormes cantidades de dinero pagado por el petróleo iraní para adquirir esas armas y a numerosísimos agentes de la CÍA. Corrompió estructuras internas en Israel y Honduras, que sirvieron de intermediarios para introducir armas en Irán y Nicaragua, respectivamente. Dotó de un presupuesto informal muy importante a la CÍA. Enriqueció a muchos agentes de la misma. Movilizó enormes cantidades de dinero en operaciones ilegales de lavado. Favoreció el contrabando de cocaína a Estados Unidos a través de bases en Nicaragua. Y, finalmente, ensució secretamente a Bill Clinton.

Clinton era gobernador de Arkansas en el exacto momento en que la CÍA decide "dar una vuelta de tuerca" a la operación Irán Contras. La misma se venía efectuando con un margen de ilegalidad menor hasta que el Congreso norteamericano decidió prohibir el envío de armas a los contras nicaragüenses. La CÍA no sólo habría violado esa prohibición, sino que además habría decidido sacar provecho económico del envío de armas a los guerrilleros: les solicitó como pago por las armas la posibilidad de que les fuera enviada cocaína vía Nicaragua, dado que la DEA estaba supervisando la costa caribeña. Para que la operación se pudiera llevar a cabo, resultaba necesario encontrar un aeropuerto seguro dentro de Estados Unidos. Quedaban desestimados todos los grandes aeropuertos cerca de importantes ciudades. Era necesario encontrar un aeropuerto alejado. Arkansas era el estado ideal por sus características desérticas y no demasiado alejadas de Nicaragua para realizar estas operaciones ilegales. Se habría seleccionado, entonces, al aeropuerto de Mena, en Arkansas, mientras era gobernado por Clinton. De allí que han ido in crescendo las voces que señalan que Clinton ha sido un secreto colaborador de la CÍA, a punto tal de que el ocupar su puesto habría permitido, entre otras cosas, la no clarificación completa del triste atentado producido en Oklahoma en 1995, cuando casi 200 personas murieron. La élite y la CÍA habrían considerado que Clinton estaba "en sus manos" desde mucho antes de ser presidente. Habría que remontarse a los orígenes de la carrera política de Clinton para entender esto. No tenemos espacio aquí para ello. Pero diremos, por ejemplo, que Clinton obtuvo una beca Rhodes para estudiar en Oxford gracias al padrinazgo político del senador William Fullbright.


Son muchos los actos atroces cometidos durante la administración Clinton que han pasado inadvertidos o fueron "lavados" por los medios. Narraremos aquí uno, cuya causa real aparece si se investiga sólo un poco. En 1994 se comete uno de los peores genocidios de la historia. Entre medio millón y ochocientos mil ruandeses son asesinados por sus compatriotas. Los medios de prensa presentaron el hecho como una mera lucha tribal que adquirió proporciones gigantescas por una especie de "barbarismo" propio de pueblos muy subdesarrollados. En realidad, la historia parece haber sido bastante diferente. En "Censored 2001" (obra que recoge anualmente todas las notas periodísticas censuradas en los principales medios de comunicación norteamericanos) una nota de David Corn menciona textualmente que "Bill Clinton y su administración permitieron el genocidio de 500.000 a 800.000 ruandeses en 1994. En un claro esfuerzo por no asumir la responsabilidad y la vergüenza, la administración de Clinton ha rehusado desempeñar un rol para impedir el genocidio en Ruanda". La nota menciona que las tropas de paz de la ONU, conducidas por el general canadiense Romeo Dallaire, habían hecho un desesperado pedido a las Naciones Unidas para que enviaran un refuerzo de sólo 3.000 cascos azules para prevenir una matanza a gran escala. Sorpresivamente, Clinton y su embajadora en las Naciones Unidas, Madeleine Albright, no sólo bloquearon la posibilidad de enviar tropas, sino que Albright es citada como que "ponía obstáculos". El genocidio tuvo lugar ante la propia mirada de los 2.000 soldados que Dallaire conducía en Ruanda, que nada pudieron hacer."


¿Cuál fue el uso de tal matanza a gran escala? Lengi Ngemi lo narra con claridad en su obra Genocide in the Congo (Zaire). Ngemi cuenta que una vez ocurrida la matanza, tanto Ruanda como sus vecinos Uganda y Burundi comenzaron a estar conducidos por una misma tribu: la hutu. Los tres países, gobernados por dirigentes amigos y racialmente afines, produjeron un golpe de Estado en Zaire, ocupando parte de su territorio. ¿Porqué tanto interés por Zaire, al punto de permitir un previo genocidio en Ruanda? Ngemi lo aclara: no se trata de otra cosa que las riquezas mineras de Zaire, entre ellas, dos minerales considerados estratégicos para la industria de armamentos de EE.UU.: el manganeso y el cobalto. El primero sirve para que el acero no se quiebre con facilidad, y el segundo es vital en aleaciones que usan hoy los sofisticados armamentos desarrollados por las empresas relacionadas con el Pentágono. Estos minerales, considerados estratégicos juntamente con el cromo y el platino, se dejaron de extraer en el suelo estadounidense en la década del 70, debido al agotamiento de las canteras norteamericanas. Desde allí en adelante, EE.UU. debe importar estos cuatro minerales estratégicos muy raros de conseguir. ¿Y dónde se encuentran los mayores yacimientos? Ultraconcentrados en Sudáfrica, Zambia, Zimbabwe y... Zaire. Podemos tener una idea entonces no sólo de por qué se impidió el envío de unos escasos 3.000 "cascos azules" para evitar la matanza en Ruanda, sino de por qué la zona que comprenden estos países es siempre "caliente", con frecuentes guerras y grupos armados terroristas en naciones vecinas como Angola (que además posee petróleo) y Mozambique.


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