Amo el primer Godard, es decir, admiro profundamente las películas que rodó desde su ópera prima, “A bout de souffle”, en 1959, hasta “Pierrot el Loco”, en 1965; en el medio tenemos hitos como “Vivir su vida” (1961) y la genial “Alphaville” (1965). Aquí Godard, con maestría, relata historias. Luego, a partir de “Pierrot...”, deja a un lado las narraciones para concentrar todo su talento en la construcción de tratados político-filosóficos bastante herméticos. Este estilo alcanza su cima con “La chinoise”, de 1967, que -a pesar de todo- es una gran obra.
El Godard de los 70, 80 y 90 me parece demasiado denso. Prueba de ello son los filmes “Made in USA” (1966), “Detective” (1985), “Nouvelle Vague” (1990) y “Soft and hard” (1992). Las narraciones son mínimas, a veces inexistentes, y es ahí cuando más anhelo las historias de “A bout de souffle” o “Alphaville”.
En la filmografía reciente de Godard rescato el documental “Cien años de cine francés”, rodado en 1998 en ocasión de los festejos en conmemoración a los primeros cien años del cine. Un documental anárquico, polémico y escandaloso que nos permite recordar, con melancolía, al Godard de los inicios.
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