jueves, 11 de noviembre de 2010

ARTURO ILLIA, el presidente honesto


Por Jorge Lanata

El 12 de octubre de 1963, asume la presidencia Arturo Humberto Illia. Fue la primera vez que un un magistrado juró en traje de calle, hasta entonces siempre lo habían hecho de frac o uniforme de gala.
Recien el año anterior a su asunción, Illia había podido comprar un coche. Su casa de Cruz del Eje (Córdoba) donde había vivido 34 años, había sido donada por sus vecinos: organizaron una colecta a uno peso cada uno para que el médico tuviera una casa propia.
Illia, con su firmeza inesperada, anuló los contratos petroleros de Frondizi y puso en jaque a los laboratorios controlando el abuso en los medicamentos. Fue la primera vez en la historia argentina en que un presidente cumplía con sus promesas electolares.
Andrés Cisneros y Carlos Escudé señalan que "el cumplimiento de las promesas electolares de Illia tuvo una enorme repercusión en los círculos gubernamentales y empresariales norteamericanos, constituyendo un escollo permanente en la relación bilateral".
La historia que sigue es la historia de un juego combinado de presiones internas y externas, pero también la de un presidente que no cedió.
El infaltable Álvaro Alsogaray envió una carta a Illia defendiendo a las empresas petroleras, adviertiendo que "si los contratos se convierten en un tema político, la Argentina pasará a un segundo plano en la consideración de los organismos internacionales y verá acentuarse a corto plazo la recesión, la desocupación y la inflación".
Finalmente, el 15 de noviembre de 1963, Illia anuló los contratos petroleros de Frondizi, perjudicando a empresas como Shell, Esso, entre otras.
La decisión despertó feroces críticas: Clarín desaprobó la anulación considerando que los contratos eran "un factor escencial de la estructura económica que debe sustentar el desarrollo de la Nación".
El semanario Primera Plana, dirigido por Jacobo Timmerman, inició su prédica golpista a favor de Onganía y se encargó de desacreditar a Illia ante el público "progresista".
El 21 de noviembre, dos días antes de ser asesinado en Dallas, Kennedy aceptó la decisión de Illia argumentando que se trataba de un caso de soberanía económica.
Illia había generado las peores reslaciones posibles con Washington, el FMI, el Banco Mundial y la Agencia para el Desarrollo Internacional, que bloquearon los créditos a la Argentina durante un año y medio.
Además, las indemnizaciones a las petroleras significaron un costo de 200 millones de dólares para el gobierno argentino. Sin embargo, pese a los peores pronósticos de los lobbystas, agoreros y periodistas, los números de la gestión de Illia fueron saludables:
-Política económica: El aumento de la producción en 1964/1965 promedió al 10%.
-Actividad industrial: Hubo un crecimiento industrial gracias a la inversión en maquinaria y equipos.
-Se comprobó un aumento en la participación de los trabajadores en el ingreso.
-Disminuyó la deuda externa.
-El presupuesto destinado a la cultura y la educación fue el más alto de la historia argentina: 25 %.
-Se redujeron los conflictos sindicales.


-Ley de medicamentos: Luego de analizar 30 mil muestras, se llegó a la conclusión de que varias fórmulas no tenían los ingredientes ni las drogas que mencionaban los prospectos autorizados por el Ministerio de Salud. Illia congeló el precio de los medicamentos y los representantes de los laboratorios, escandalizados, argumentaron: "Este es un gobierno dirigista que se inmiscuye en la elaboración de las medicinas cuando somos nosotros, los expertos internacionales, los que debemos ocuparnos de eso". Illia respondió: "Tienen seis meses para presentarnos una declaración jurada donde interpreten y afirmen cuál es la calidad de sus medicamentos y la composición de su costo de producción".
Los laboratorios no presentaron ni una hoja e iniciaron una campaña feroz de prensa paga.
Jacobo Timmerman, Álvaro Alsogaray y Mariano Grondona se pusieron el frente de la campaña. Y lograron convencer a la opinión pública de la "ineficiencia" de Illia para gobernar y la necesidad de "un hombre fuerte". Sus aspiraciones se vieron concretadas en 1966, cuando el presidente Illia fue derrocado y el general Onganía ocupó su lugar.

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