domingo, 14 de noviembre de 2010

VIVEZA CRIOLLA


Por Jorge Lanata

El miedo al ridículo abonará la "cachada" que, como dice Mafud, es lo que mejor define a la viveza.
Cachar viene de cazar, impone "hacer caer" a alguien.
La cachada es burlarse sin que el burlado lo perciba o lo compruebe. Para eso es lícito cualquier medio: aprovecharse de su confianza, mentir o imaginar situaciones, estimular sus debilidades.
La finalidad es hacerlo caer, ridiculizarlo.
La cachada, sigue Mafud, nace y se incuba en la impotencia del candidato para ser lo que quiere ser, y tiene su origen en el temor pavoroso del ridículo, temor que quizás esté enraizado en el miedo que tenía el criollo de ser "sobrado" por el inmigrante.
¿Ser vivo es ser más capaz? No, es ser más vivo.
"Te lo digo yo", "antes que me jodan, los jodo yo", "yo puedo ser tu padre", "pobre de vos, pibe", "lo tengo de hijo"...
Sostiene Mafud que los motes, la vieza y la cachada "son la creación más peculiar del arte popular argentino".
El vivo no pelea, sino que toma ventaja. Para decirlo de otro modo: siempre juega de local. Es él quien diseñó la trampa.
El vivo, el protagonista de la cachada, nunca está solo. De estarlo, toda la mise-en-scene perdería sentido. Su viveza tiene por fin básico el ser vista, el ser aprobada por los demás, por la barra. Es una prueba de estudiantina en la que el vivo muestra que puede ser como cree que es.
El rol de la mirada del otro es fundamental en la constitución de la personalidad básica argentina. Por eso observa Ortega: "Yo diría que el criollo no asiste a su vida afectiva, sino que se ha pasado fuera de sí, instalado en la otra vida prometida".
¿Cuánta energía gastamos en nuestra "ficción de ser"? Ya Adler como Horney, citados por Mafud, señalan que "cuantas más energías abosrba la imagen del ideal, habrá menos energías disponibles para el verdadero yo. (...) Se imita lo que se quiere ser. Esta conducta en el argentino se hace aguda porque no se busca conciliar o coincidir la pose con el ser peculiar; por el contrario, se lo opone. El ser argentino se identifica místicamente con el personaje que ha elegido y se aleja de la orilla de su propio ser natural. Su pose le sirve para huir de la realidad. No es nunca una meta que el individuo se esfuerce en alcanzar, sino una idea fija que ya tiene y venera".
Actuamos nuestro destino. Hemos vivido creyendo que somos lo que queremos ser. Una semilla viviendo una vida de árbol. No es casualidad que nuestro juego nacoinal de naipes sea el truco: ahí los sueños y la realidad son equivalentes. No importa tanto el juego que se tenga como la habilidad del jugador para mentirlo, para creerse que ese juego no está pero que le permitirá ganar.

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