domingo, 14 de noviembre de 2010

EL GAUCHO


Por Jorge Lanata

En sus crónicas de viaje, Salaverría anota que ya los tártaros, como los gitanos, van en cuadrilla, pero el gaucho está solo.
Martínez Estrada dice sin rodeos que el "gaucho" es "guacho", una persona sin origen. De hecho, "huérfano" es la definición en quichua de la palabra gaucho.
Mafud observa que "el gaucho estaba, pero no influía en el mundo"; el hombre estaba, pero podía no estar, el mundo era: no podía no ser. El gaucho, fatalista, se adaptó al mundo sin modificarlo.
Nuestro poema nacional, Martín Fierro, es el himno a un desertor que aconseja "hacerse amigo del juez".
El héroe argentino es siempre un inadaptado, un extranjero en lo social; el gaucho carga con "algún pecao que pagar" que lo arrincona en el exilio interno.
El gaucho huye hacia ninguna parte y su peor condena es el arraigo: quizá por eso no ama.
Ni en Facundo ni en Martín Fierro hay mujeres. En eso el gaucho se refleja en el espejo melancólico del tango: Fierro se lamenta porque la autoridad destruyó a su familia, Moreira escapa porque le birlaron a la mujer. Para el gaucho, el amor era un ancla que lo ataba a la ciudad, a su derrota.
La mujer, que no tenía lugar en la sociedad, tampoco lo tuvo en su imaginación.

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