lunes, 28 de marzo de 2011

LA INTERVENCIÓN EN LIBIA


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La extraordinaria experiencia de movilización democrática de Bahrein ha sido ahogada en sangre con la intervención de las fuerzas armadas saudíes.

Yo vivo aquí, en Bahrein, y he sido testigo de un avanzadísimo despertar de la consciencia política y social. Tras los primeros enfrentamientos y las primeras violencias, la vieja dirigencia chiíta ha sido descabalgada y desautorizada por una nueva generación de protagonistas: los jóvenes y las mujeres. Han sabido tomar en sus manos la organización de la lucha política con métodos absolutamente pacíficos y de masa, una organización capilar y objetivos y consignas totalmente claros y transparentes: libertad y democracia.

Los periodistas como Michele Giorgio (del Il Manifesto) y el enviado especial de La Repubblica han podido constatar la situación y han dado cuenta de ella con informaciones puntuales y rigurosas. Pues bien; en este momento pido que los demócratas se hagan cargo de una movilización cuando menos pareja de la desarrollada en los enfrentamientos de los insurgentes libios, los cuales no eran ni pacíficos ni estaban desarmados, no tenían plataformas políticas tan transparentes y estaban en alguna medida patrocinados por servicios secretos de medio mundo y por el propio Consejo del Golfo que ha enviado tanques a Bahrein.

Pido que se presione a fin de que la Unión Europea tome posición de manera igualmente resuelta contra los gobiernos de Bahrein y de Araba Saudí, que la Corte Penal Internacional actúe con la misma presteza demostrada en Libia, que la muchedumbre de agencias y de organizaciones prestas a la defensa de los derechos humanos les eche también un vistazo.

Pido que las grandes firmas y los nobles padrinos de la izquierda se comprometan también con esta causa, harto más difícil, porque no tienen que escrismarse contra una “dictador chiflado”, sino contra uno de los nódulos más potentes y oscuros del poder occidental sobre el petróleo: las monarquías del golfo.

Bahrein es un pequeño país, pero, con el apoyo y la solidaridad de la opinión pública progresista (si existe todavía tal cosa y todavía significa algo), podría llegar a poner en crisis, con la sola fuerza del pacifismo y de la movilización de masas, a un poder sin legitimidad ninguna ni el menor apoyo popular, que reina con una opresión medieval (Arabia Saudí), fundado en la esclavitud general (Emiratos) y en la corrupción de inmensas rentas petroleras (todos). No se ha querido aprovechar esta oportunidad, prefiriendo correr detrás de movilizaciones menos intranquilizadoras (Túnez y Egipto, en donde el pueblo se movilizaba, pero con un tranquilizador ejército que se mantenía detrás, a modo de garantía de los intereses occidentales; o Libia, en donde se podía dar estopa de barato al monstruo de turno).

Ahora tenemos en Bahrein una ocupación militar con tanques en las calles. Tenemos las fuerzas especiales que cada noche rastrillan con métodos nazis pueblos y barrios, entrando en las casas y secuestrando a opositores, la suerte de los cuales nos es ignota.

¿Qué queremos hacer? ¿Rasgarnos algunas vestiduras también por la oposición bahreiní?

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