domingo, 16 de noviembre de 2008

CEGUERA, según Diego Cabrera

Hace unas semanas pude asistir al pre-estreno de "Blindness", en el Cineclub Núcleo. De más está decir que Fernando Meirelles (junto a Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón) es uno de los cineastas más interesantes del cine latinoamericano actual. Las expectativas eran bastante grandes. Y bueno, los resultados son difíciles de precisar. A mí la película me gustó, pero tengo mis reservas. Mucha gente me pregunta si vale la pena verla, y lo primero que se me ocurre decirles es "si, andá a verla, pero te aviso que hay una escena que es terrible, de las más terribles que vi en el cine".
Creo que para Meirelles, "Ceguera" representa un retroceso, teniendo en cuenta sus dos anteriores películas ("Ciudad de Dios" y "El Jardinero Fiel").
Hay un artículo muy bueno escrito por Diego Cabrera a propósito de "Ceguera", titulado "La quimera de los héroes del cine latinoamericano":


Más allá de las tendencias que rigen el cine latinoamericano actual, negar que algunos de sus principales referentes se valen de lo más patético de nuestra condición tercermundista para hacer carrera sería un cinismo. El problema, lógicamente, no reside en tal determinación, sino en la forma como ésta se ejecuta. Ya en los ´60, el Cinema Novo brasilero demostró, a partir del retrato crudo pero honesto, con un afán reivindicativo para nada complaciente, que la precariedad alberga una entrañable belleza; no obstante, en los últimos años, la figura se ha invertido, y son más los cineastas que se regodean en la miseria, maquillándola y dándole un aspecto más acorde con nuestra agitada época, que aquellos que buscan llamar la atención sobre ella más allá de lo epidérmico, desde una perspectiva crítica.
Dentro de esa pragmática mayoría se destaca Fernando Meirelles, el director de "Ciudad de Dios" (2002), una de las películas latinoamericanas más controvertidas de los últimos tiempos. Su ultima realización, "Ceguera" (Blindness), basada en la novela "Ensayo sobre la Ceguera" de José Saramago, retoma algunos de los tópicos tratados en el filme sobre las favelas, que habían sido matizados por la vocación romántica de su penúltimo trabajo, "El Jardinero Fiel" (2005), pero en un contexto diferente.

"Ceguera" no se circunscribe a algún lugar en especial, mucho menos a un régimen político o a una coyuntura social. Sus pretensiones son, acorde con el deseo del Nobel portugués -que cedió los derechos de su obra tras diez años de fallidos intentos-, ecuménicas. Aunque, más allá de las condiciones impuestas por el literato para su realización, su verdadera aspiración es dar cuenta de la degradación humana, sin miramientos ni contemplaciones, no importa si para ello es necesario mostrar un plano cerrado de un cadáver siendo devorado por una jauría, una violación colectiva cuyo origen es una situación forzada e inverosímil o una beligerancia desalmada e irracional.
A partir del relato de una ciudad que de pronto se ve sorprendida por una epidemia que enceguece a las personas sin una razón aparente, y que ‘obliga’ a las autoridades a declarar en cuarentena a los primeros ‘infectados’, recluyéndolos en un hospital que no les ofrece ningún tipo de remedio a su mal, el director brasileño pone en escena un nuevo espectáculo de la miseria, solo que sin niños que juegan a la guerra de verdad, con un enfoque menos nervioso que el que lo caracteriza, pero con recursos igual de efectistas (desenfoques, fundidos en blanco, y demás artificios que pretenden significar el mundo de los ‘ciegos’), giros narrativos ilógicos (un recluso armado en un centro de máxima seguridad, un invidente natural que nada tiene que ver con la epidemia encerrado junto con los ciegos ‘infectados’) y las voces del oftalmólogo protagonista y el ‘tuerto poeta’ que la aleja de la (irónicamente) festiva "Ciudad de Dios".
Quizá Meirelles quiso aprovechar la ocasión que le brindaba la novela de Saramago para ser Pasolini, pero su sensibilidad le alcanzó para emular al Gonzáles Iñárritu de "Babel" (2006). Y es que el cine, tal como lo manifestara Pasolini, es el único arte capaz de reproducir la realidad, de escribirla por sí misma y con ella misma, sin modificarla.
"Ceguera" pervierte a la realidad y al ser humano hasta convertir a este último en una cruel caricatura de sí mismo; de ahí que su “cinematografía” sea, en cuestión de principios, una quimera.

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