SARGENTO KIRK Y ERNIE PIKE
Por JUAN SASTURAIN
“Sargento Kirk” y “Ernie Pike” (también podemos agregar “Ticonderoga”) son lo más importante que hicieron Oesterheld y Pratt entre 1953 y 1960, su período de colaboración efectiva. En términos artísticos, “Sargento Kirk” es más importante y significativo que buena; la maravillosa historia del renegado del 7º de Caballería fue un espacio y un momento (1953-56 en Misterix) de aprendizaje y experimentación para ambos. Oesterheld, como se ve en el largo primer tramo (“La caza del comanche” y “Hermano de sangre”) pensaba en términos literarios y escribía folletines, no guiones. De hecho, sus novelas basadas en estos mismos argumentos, publicadas en 1956, son mejores que estos originales. A su vez, y al principio, Pratt apenas podía ilustrar lo ya dicho y (se nota) se aburría la mayor parte del tiempo; sólo se entretenía y daba lo mejor de sí cuando podía dibujar acción, mover a los indios y a los soldados en el espacio de esas pequeñas estampillas.
Las virtudes y novedad revolucionaria de esa primera parte de la historia son demasiado ostensibles. El conflictuado Kirk va y viene del fuerte a la intemperie, de los indios a sus compañeros de armas, empujado por el deber y el sentimiento de justicia. Pronto, y no sin desgarramiento, descubrirá que en medio de una guerra injusta no hay lugar para él: terminará optando por el aislamiento en compañía que significa vivir en el ranch del Cañadón Perdido junto a sus amigos (Maha, el Corto y el doctor Forbes), muestreo ejemplar de marginados del sistema: un indiecito con su tribu diezmada, un reformado ladrón de caballos y un médico que opta por atender indios y no burgueses en Dallas… Todos con una biografía en claroscuro a sus espaldas y una aventura siempre por delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario