Los recientes bombardeos por parte de Israel a la Franja de Gaza, están conmocionando al mundo entero, en primer lugar por la cantidad de víctimas, y en segundo lugar por las consecuencias que puede tener una escalada bélica, en un mundo que se encuentra al borde de un desastre nuclear.
La pretensión por parte de Israel, de justificar este sangriento bombardeo, como parte de la lucha contra los ataques de Hamas, no es más que un nuevo intento de querer validar una masacre, mediante los hipócritas e irracionales argumentos con los que los prepotentes belicistas están llevando al mundo hacia una hecatombe.
Hay que recordar una vez más que el crecimiento del terrorismo en los últimos tiempos, ha sido en buena parte una consecuencia y una respuesta, violenta e irracional también, en el marco de una escalada de atropellos por parte de las potencias bélicas hacia naciones más débiles. En ese contexto, pretender diferenciar la violencia de los ejércitos formales, que oprimen y masacran pueblos enteros, de la violencia terrorista que siembra muerte y espanto, como si la primera fuera legal y admisible, y la segunda ilegal y reprochable, forma parte de la gran hipocresía de la política internacional.
En el minúsculo territorio de la Franja de Gaza viven, o intentan sobrevivir, más de un millón y medio de palestinos, tratando de trabajar en lo que pueden en la misma Israel, y subsistiendo gracias a la “ayuda Humanitaria” de la ONU. El reciente bloqueo por parte de Israel, con el pretexto de considerarlo territorio hostil por albergar también al terrorismo de Hamas, mostró hasta qué punto se trata de mantener a esta población bajo un permanente chantaje de premios y castigos. En esa situación, no es de sorprender entonces el apoyo popular que los violentos pueden tener entre la población.
La pretensión por parte de Israel, de justificar este sangriento bombardeo, como parte de la lucha contra los ataques de Hamas, no es más que un nuevo intento de querer validar una masacre, mediante los hipócritas e irracionales argumentos con los que los prepotentes belicistas están llevando al mundo hacia una hecatombe.
Hay que recordar una vez más que el crecimiento del terrorismo en los últimos tiempos, ha sido en buena parte una consecuencia y una respuesta, violenta e irracional también, en el marco de una escalada de atropellos por parte de las potencias bélicas hacia naciones más débiles. En ese contexto, pretender diferenciar la violencia de los ejércitos formales, que oprimen y masacran pueblos enteros, de la violencia terrorista que siembra muerte y espanto, como si la primera fuera legal y admisible, y la segunda ilegal y reprochable, forma parte de la gran hipocresía de la política internacional.
En el minúsculo territorio de la Franja de Gaza viven, o intentan sobrevivir, más de un millón y medio de palestinos, tratando de trabajar en lo que pueden en la misma Israel, y subsistiendo gracias a la “ayuda Humanitaria” de la ONU. El reciente bloqueo por parte de Israel, con el pretexto de considerarlo territorio hostil por albergar también al terrorismo de Hamas, mostró hasta qué punto se trata de mantener a esta población bajo un permanente chantaje de premios y castigos. En esa situación, no es de sorprender entonces el apoyo popular que los violentos pueden tener entre la población.
Es bueno recordar también que la Franja de Gaza, es un territorio que pertenecía a Egipto, e Israel ocupó hace 40 años, hasta que recientemente pasó a formar parte del territorio controlado por la Autoridad Nacional Palestina. Esta forma de proceder, de invadir territorios, ya sea para instalarse definitivamente, o para luego negociar lentas retiradas a cambio de mantener el control y el poder de alguna forma, es la misma que utilizan USA y sus aliados para disciplinar al mundo y manejar sus recursos naturales.
No es de extrañar entonces, que ante tal prepotente accionar, surjan reacciones cada vez más monstruosas, en las cuales a su vez los poderosos buscan justificar el aumento de su prepotencia, alimentando el círculo vicioso de la violencia que nos puede llevar rápidamente a una catástrofe nuclear, ya que la mayor parte de los actores de los conflictos vigentes en el mundo, son potencias nucleares. Y no hay que olvidar que la actual crisis económica internacional, vuelve más peligrosos a los prepotentes, que pueden buscar en la guerra una “salida política”, para una situación que se les fue de las manos.
Desde luego que todos los conflictos del mundo podrían resolverse pacíficamente, en tanto y en cuanto avancemos hacia la concepción de una Nación Humana Universal, en la que todos los países se ocupen de asegurar que cada pueblo pueda desarrollarse, y tenga un territorio donde trabajar en paz, sin presiones ni chantajes. Hay que comprender también que la intolerancia cultural y religiosa, son formas de violencia desde las cuales se suele justificar, con irracional lógica, las escaladas de violencia física. Mucho habrá que hacer para que los pueblos tomen conciencia de que en un mundo de intolerancia y de injusticia, nadie podrá vivir en paz. Pero en esta toma de conciencia hay que empezar por lo más urgente: descomprimir las situaciones de extrema tensión, y desarticular los factores de presión y chantaje.
Para eso, es fundamental y prioritario que en todo el mundo, las fuerzas invasoras se retiren de los territorios ocupados, y que se inicie ya mismo el desarme nuclear.
Y en este caso particular, Israel no solamente debiera dejar de atacar de inmediato al pueblo de Gaza, sino que, además, debiera replantearse su política intransigente y opresiva para con el pueblo palestino. Y el pueblo palestino a su vez, debiera tomar conciencia, que es necesario buscar una salida a través de alianzas de paz con otros pueblos del mundo, y dejar de creer en la obstinación suicida de los violentos.
Guillermo Sullings
Vocero del Humanismo en Argentina
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