Hace una semana, o un poco más, se anunció la muerte de David Carradine. Todavía se discute si fue una muerte natural, o un suicidio. O un accidente en un juego sexual. Todo eso ya no importa.
Claro, yo no soy de la generación de Kung Fu, así que Carradine no forma parte de mi paisaje de formación. Soy de los treintañeros que descubrieron a Carradine gracias a Quentin Tarantino, obviamente.
Debo confesar que era un actor que no me llamaba la atención. Al principio, me parecía más acertada la idea original de "Kill Bill", que consistía en poner a Warren Beatty para el papel central. Carradine me parecía totalmente inexpresivo.
Pero bueno, llegó la segunda parte de "Kill Bill" y nos demostró a todos que es un buen actor, lleno de carisma y personalidad. El monólogo sobre la doble identidad de Superman es antológico.
Después, no sé qué pasó. "Kill Bill" tendría que haber sido el relanzamiento de la carrera de Carradine, pero eso no ocurrió.
Bueno, al menos se dio el lujo de morir con las botas puestas. Tendremos una gran película con la que podremos recordarlo en los años venideros, y eso no es poco.
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