sábado, 22 de agosto de 2009

EL SECRETO DE SUS OJOS, por Roberto A. Roca


Esta noche se inicia el apertura 2009, juega Racing. Pero no voy hablar de ello. Son las 6 de la mañana, es sábado y ayer me acosté a la 1,30 horas, es decir que dormí 4 horas y media nada más y mal dormidas. Todo ello tiene un motivo y por supuesto, como todo en mi vida, está ligado a Racing también. Por distintas circunstancias, especialmente “tiempo”, no iba al cine. Desde el cansancio físico, pasando por las horas que te demanda la actividad con tus hijos, en mi caso hijas, más el hecho de no poder ubicarlas para pasar realmente una velada tranquila, todo ello sumaba como corolario, que la situación nunca se cuadraba.


Siempre fue más fácil esperar que las películas las veamos semanas después de su estreno, en casa, tras alquilarlas en el “video club”. En esta ocasión, no fue así. Tanto a mi esposa como a mi, nuestros amigos nos bombardearon con el latiguillo “no se la pierdan, no pueden dejar de verla”. A esas manifestaciones, se sumaron la de algunos vecinos que me dijeron, “estuve en el cine ayer, me acordé tanto de vos…”; otros “che que buena la peli de Darín. ¿ la viste? Le dije a mi mujer, así trabaja Roberto, el del 5° piso…”. Por último, la gente con quien trabajo, me alentaban de ir a verla por lo bien lograda que estaba y me la aconsejaban más por mi condición de Racinguista. Concretamente, era una tentación a la incertidumbre.


Había que ir a verla, más aún para poder contestar a todo aquel que me la nombrara. Alejandra, mi esposa, me decía “es un papelón no ir, todo el mundo nos habla de esa película y nosotros parecemos de otro planeta sin poder saber ni siquiera de que se trata…” Conclusión, ayer por la noche previo a un periplo para dejar a mis hijas en casa de “mi vieja” a dormir, partimos para el cine. Todo el contexto previo, lleno de expectativas, me aseguraban que no me iba a encontrar con un bodrio. Garantizaban una velada buena. Además Juan José Campanella, ya me había cautivado anteriormente con “Luna de Avellaneda”. Amigo lector, hace tiempo, mucho tiempo que una película y no quita que sea nacional o extranjera, me haya envuelto y atrapado como ésta. No soy crítico cineasta. Sólo hablo sobre mi modo de ver el desarrollo de diversas tramas, que fueron dándose en el transcurrir de los hechos y todos, todos sin exclusión a nada, estaban ligados en mi vida. Estuve dos horas viendo una película que era mi propia vida.


Mis 34 años de vida “tribunalicia” pasaron durante esas dos horas. Desde lo descriptivo, con la majestuosidad del “Palacio de Justicia”, sus columnas, sus pisos con esas “venecianas” dibujando guardas enormes, que sólo las aprecias del piso más arriba, mirando hacia abajo. Los enormes despachos con sus sillones con el “emblema de la balanza” en su respaldo. Los escritorios aterrados con pilas de expedientes. El continuo entrar y salir, abriendo y cerrando altas puertas de madera maciza. El tipeo de las máquinas de escribir “Remington u Olivetti”. Pasillos angostos, unos larguísimos casi sin ver el final y otros cortos con curvas y contra curvas de 90 grados. En lo subjetivo, los diálogos, las circunstancias de vida que uno fue leyendo en cada causa (en el fuero penal se llama causa a lo que comúnmente en otros fueros como comercial o civil, se lo llama expediente) cada hecho, fue mellando la vida de uno mismo.


Cuando ingresé a Tribunales en 1975, contaba con 22 años y recién dejaba atrás mi más grande experiencia de vida hasta ese entonces, el servicio militar (la “colimba”). Para esa época, época donde está ambientada esta película, además de la “colimba” tenía un bagaje de vida de haber trabajado con un Despachante de Aduana y por la noche cursar el secundario. Es decir que desde los 16 años venía conociendo todo un mundo, al que se lo llamaba comúnmente, tener calle o por lo menos se creía que trabajar en el mundo de las oficinas, mezclado con el portuario y el “cole” nocturno, te daba “chapa” de tener “calle, vereda o asfalto”. Llegar a Tribunales, vivir cada momento y leer cada una de las causas que llegaban a mis manos, me demostró que sólo tuve, hasta ese entonces, un espacio inmóvil en la “calle, vereda o asfalto”. La experiencia de vida vivida en los silenciosos pasillos del palacio o las largas e interminables horas de lectura bajo la luz de una lámpara de escritorio, hasta altas horas pasadas de las 13, 30 (hora del fin de la jornada laboral), me hicieron durante 34 años CAMINAR esa “calle, vereda o asfalto”.
Muchos de los jóvenes que ahora creen tener esa misma “calle, vereda o asfalto” a pesar de los años que pasan, están siempre en el mismo lugar. En el mismo cordón de esa “calle, vereda o asfalto”, sentados tomando por el pico de la botella “una birra”. Pero de la calle de la vida no han caminado nada.


La película también nos lleva, desde lo sentimental, a la existencia y conocimiento de lo “pasional”. En una caracterización “espectacular”, Guillermo Francella en un diálogo determinado habla que toda persona puede cambiar cualquier circunstancia de vida o física, pero lo que no puede cambiar es “lo pasional”. En este punto, ya hecho trizas, emocionalmente hablando, terminó por partirme el alma en dos y el corazón en cuatro, cuando desde una perspectiva desde un helicóptero, te va introduciendo en la cancha de Huracán “el Tomás Ducou”, hasta introducirte en la tribuna de Racing Club y con el cántico de “la acadé… la acadé…”, envuelve toda la sala del cine y en un momento crucial de la película, se grita el gol de Racing. Sinceramente, no tengo palabras para describir lo que se vive en ese instante.


Muchas veces, durante esas dos horas, Alejandra me miraba a mí, más que a la película. Después, café de por medio, me confesó que realmente se sintió muy feliz de haber visto como disfruté cada minuto de la película. Que había sentido la misma sensación de pensar que estaban pasando pasajes de mi vida, de nuestras vidas (sepa amigo lector, que mi esposa también trabaja en Tribunales y nos conocimos allí) y con lo de Racing había llegado la momento supremo de mis sentimientos. Les juro amigos que no lloré. Por lo menos no se me escapó ningún lagrimón a la vista, pero que el corazón me galopeó más de lo que comúnmente camina y que me dejó casi la noche en vela, no lo puedo negar. Esta es la sal de la vida.


Estas son las cosas que a mi, personalmente, me mantienen vivo, me dan fuerzas para seguir adelante y seguir luchando por todo tipo de ideales, aunque el mensaje (por que no le voy a contar la película) llegue distinto a todo lo que uno va construyendo día a día. No quería dejar pasar por alto, un momento tan hermoso vivido durante dos horas y quise compartirlo con ustedes mediante la escritura. Al igual que Darín, que en la película también escribe. Otro punto compartido con mi vida.
Sólo lo invito a que no se la pierda. Es una película altamente recomendable. Alimenta el espíritu de todo racinguista, fuera de la circunstancia de trabajar o haber trabajado en Tribunales. BobbyStone
Roberto Aníbal Roca


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