Últimamente escucho a muchas personas que tiene entre 40 y 50 años y se la pasan despotricando contra el sistema democrático, lo que más me asusta es cuando escucho frases como "en la época de los militares no había corrupción, estos políticos se roban todo".
Es alarmante esa asociación entre democracia-corrupción, como si la corrupción hubiera irrumpido en nuestro país en 1983. Inmediatamente, me acuerdo de la ingeniosa frase de Galeano: "los militares roban más porque se levantan más temprano".
Nuestro conocimiento de los casos de corrupción es proporcional, obviamente, al nivel de libertad de expresión. En la época de la dictadura, ningún periodista podía realizar una investigación. Imagínense si un periodista escribía un artículo denunciando que un brigadier o un almirante estaban cobrando coimas: aniquilación garantizada.
Vamos, no seamos tan ingenuos. La corrupción también existía en la Junta Militar, sólo que tenían la ventaja de no tener un periodismo sagaz investigándolos a cada rato.
Algunos llegan más lejos y se animan a decir que en la época de la dictadura se vivía mejor. Bueno, también hay personas que dicen que en la época de Menem vivíamos mejor. Tanto en la dictadura como en el menemato se llevaron a cabo las políticas económicas que nos fundieron y cuyos resultados recién ahora estamos presenciando. ¿Cómo no podemos darnos cuenta de algo tan evidente? A veces me asusta la incapacidad de analizar los hechos en perspectiva. Es decir, todos podemos ver las piezas sueltas pero no podemos ver el funcionamiento de esas piezas, las relaciones, el engranaje en general. Eso es grave. Bueno, seguramente ese haya sido el mayor triunfo conjunto que tuvieron tanto la Junta como el Menemato: generar un nivel de desideologización, ignorancia, falta de sentido crítico en nuestras pobres masas.
Así estamos, protestando contra la democracia. Ya me cansé de escuchar a las personas hablando mal de los políticos. Esto no quiere decir que yo vaya a salir a defender a los políticos, no, no se puede defender lo indefendible, lo que me preocupa es otra cosa: tenemos un concepto de democracia muy cómodo y simplista en el cual yo me considero comprometido porque voy a votar cada dos años. Y no hago nada más que eso. Después, cuando las cosas están mal, es fácil echarle la culpa a los políticos. ¿Y qué hago yo? No hago nada. ¿Y qué se supone que tengo que hacer? ¿Una revolución, una lucha armada, salir a colocar bombas? No, no sé exactamnete qué hacer pero seguro que con la inacción y la acusación lisa y llana no vamos a llegar a ningún lado.
Además, siempre criticamos a los políticos. Nunca vemos a las corporaciones que controlan a los políticos. Vemos los peones y nada más.
Solamente vemos los peones. Cuando empezamos a entender que el tablero también está compuesto por alfiles, reyes y reinas cuyos rostros y nombres desconocemos, ahí, quizás ahí, algo empiece a cambiar. Si, cuando empecemos a pensar en una clase dominante que contrató a los militares y dictó los programas económicas de las sucesivas dictaduras en los últimos 80 años (desde Yrigoyen en adelante), que destruyeron el país para permitir el enriqucimiento de unos pocos, que controlan los grandes medios y nos dicen cómo tenemos que pensar y sentir y actuar, que nos hicieron creer que nada va a cambiar, que nos convencieron que la política es sinónimo de corrupción (no es la política, el problema son los políticos que esta clase coloca en el poder). ¿Todavía no lo vemos? ¿Todo lo que escribo parece un relato de ciencia ficción, un delirio de izquierda noctámbula? Vamos, todavía esamos a tiempo.
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