martes, 29 de junio de 2010

LOST: TODO PRINCIPIO TIENE UN FINAL


Todo principio tiene un final...
Ha terminado Lost, la serie televisiva más importante de las últimas décadas.
Fue una gran experiencia personal. Me emocioné, lloré, hice mi propia catarsis con el final de la serie, con la penosa idea de que no tendremos que esperar una nueva temporada, ya todo terminó, tenemos que despedirnos de los personajes, dejarlos ir, y seguir con nuestro camino.
Muchos de nosotros formamos parte de lo que podríamos llamar La Generación Lost. Sé que suena exagerado, incluso forzado, pero es así como lo veo: esta serie marcó nuestras existencias y nos hizo transitar por grandes dilemas existenciales, interminables discusiones sobre filosofía, la ciencia y el destino, el bien y el mal, la condición humana, la mitología, y un largo etcétera.
Lost fue una experiencia colectiva.
Entiendo que muchas personas se hayan sentido desilusionadas, defraudadas, decepcionadas con el último capítulo. Muchos esperaban que el final de la serie les cambiara la vida. Seamos razonables, no seamos injustos, no podemos pedirle tanto a una serie de televisión que nos ha brindado tantas horas de entretenimiento y reflexión.


Imagino que la mayor disconformidad tiene que ver con el hecho de que no se resolvieran todos los interrogantes que giran en torno a esa misteriosa isla.
En realidad, la isla no es importante.
La isla es una excusa. Lo que importan son los personajes que pasan por ella.
La isla es un anclaje perdido en el oceáno, nadie sabe por qué está ahí, nadie sabe por qué hay una fuente de luz ni qué función cumple, nadie sabe quién construyó la famosa estatua de los cuatro dedos, nadie sabe por qué hay inscripciones egipcias por todos lados. Nadie lo sabe, es un misterio, como tantos misterios indecifrables que existen en nuestro planeta y que no tienen explicación.
La isla es un misterio. Entonces, volvamos a la idea inicial: La isla es una excusa. Lo que importan son los personajes que pasan por ella.
En resumen, Lost es la historia de un grupo de sobrevivientes de un accidente aéreo que caen en este anclaje desconocido y viven aventuras, se descubren, se encuentran y desencuetran y reencuentran. Jack descubre su propósito, Hurley también. Ben también. Viven y mueren para proteger a la isla.
Con el paso de los años, todos los personajes mueren. Algunos antes y otros después, y se reencuentran en esta especie de purgatorio que es el mundo-paralelo.
Las últimas escenas del capítulo final fueron muy emotivas. Es cierto, hay una apuesta al sentimentalismo. A mí, personalmente, eso no me molesta, pero entiendo que para muchas personas pueda resultarles cursi, simple, un recurso fácil.
Para mí, ha sido el mejor de los finales.


Los personajes se reúnen en esa iglesia que concentra todas las creencias humanas y se preparan para emprender el viaje hacia el más allá.
Christian Sheppard lo deja muy claro: No podemos morir solos, debemos elegir a las personas más importantes en nuestras vidas para emprender el viaje.
Los personajes se reencuentran. Sawyer y Juliet, Jack y Kate, Desmond y Penny, Hurley y Libby, Sharon y Sayid... ahora entiendo qué era lo que quería decir Desmond en una entrevista reciente, cuando explicaba que la clave de Lost es el amor.
No nos han explicado qué pasa en la isla. Nos han explicado, más bien, qué ha pasado con los personajes de la isla.
La última imagen de la serie con el ojo de Jack cerrándose (en clara alusión a la primera toma de la serie, con el mismo ojo abriéndose) ha sido impresionante. Me emociono con sólo recordar ese momento.
No tengo palabras para seguir expresando mi apasionamiento, mi catártica relación con esta experiencia de nuestra época.
En el fondo, persiste el sentimiento de pérdida.
Se terminó Lost. Nace la leyenda.
Ojalá, algún día, aparezca otra serie que logre transportarnos a niveles intelectuales y emotivos tan altos, tan estimulantes, tan indescriptibles. Dudo que eso suceda, pero no pierdo las esperanzas.


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