La religión siempre me pareció un tema interesante, sobre todo la historia de Jesús, con todas sus contradicciones. Ya sé, vas a decirme que es muy probable que Jesús nunca haya existido y es evidente que sobran pruebas para dudar de su existencia: no hay registros históricos, lo único que tenemos son los cuatro Evangelios. Incluso el historiador judío más importante de su época, Flavio Josefo, nunca lo menciona (aunque sí menciona a Juan el Bautista, cuya existencia es mucho más comprobable)
Pero bueno, imaginemos que Jesús realmente existió. ¿Quién fue, qué se proponía hacer?
Podemos interpretar su figura desde muchos ángulos. No es muy desacertado verlo como una especie de líder revolucionario. Suena bastante raro, sobre todo teniendo en cuenta que hay una institución ultraconservadora que lo representa. Pero podemos verlo desde ese ángulo.
Era un anarquista, digamoslo de una vez. Un tipo que desafiaba el orden establecido, no acataba ninguna autoridad. No toleraba la idea de encerrar a Dios en un templo, es más, se proponía destruir el templo de Jerusalén. Se oponía fervientemente a todos los sumos sacerdotes que utilizaban la religión como excusa para someter y controlar y acaparar poder y riquezas.
No era un líder moderado, de eso podemos estar seguro. Si leemos los Evangelios, comprobamos que tenía frecuentes accesos de ira, maldecía a los pueblos que no lo aceptaban. Incluso destruyó los puestos de los mercaderes que comerciaban en el templo. No, no era un tipo moderado. Esa imagen de Jesús con el rostro pasivo, no sé, me parece que no coincide mucho con la realidad.
Era un tipo peligroso, es cierto. Era obvio que tenían que matarlo, tenían que sacárselo de encima. Y eso hicieron.
¿Qué pasó después? Bueno, un gran número de seguidores empezaron a formar comunidades para compartir sus enseñanzas. Sin ir más lejos, el famoso Sermón de la Montaña marcaba las pautas para la formación de una nueva forma de vida comunitaria.
Hay un hecho que siempre me interesó mucho y es que los primeros cristianos consideraban que Jesús había sido un hombre de carne y hueso, un ser humano común y corriente que había nacido como nacen todos los humanos, se convirtió en profeta, predicó, fue ajusticiado y punto, fin de la historia (todo ese tema de la concepción divina y la resurrección vino después, como veremos más adelante)
Estos primeros cristianos eran peligrosos para el Imperio Romano porque eran muy anarcos, no reconocían la autoridad del César, no reconocían ningún tipo de autoridad y vivían en comunas donde todos compartían todo con todos: esta forma de vida es peligrosa para un sistema imperialista.
Y así fue como el Imperio Romano salió a perseguir a los cristianos. Y a eso se dedicaron durante unos cuantos años.
Después vino el gran cambio. El Imperio empezó a tambelear mientras que el cristianismo se expandía por doquier. Fue así que el emperador Constantino tuvo la brillante idea de incorporar el cristianismo como religión oficial del Imperio. Claro que a Constantino no le interesaba el cristianismo propiamente dicho. Necesitaba desarmar el Imperio para formar una nueva institución que cumpliera los mismos fines. Es decir, Constatino desarmó el Imperio Romano para constituir el Vaticano, que no es más que una institución imperialista destinada a controlar y someter a las masas.
Fue así como se organizó el Concilio de Nicea y se creó el catolicismo tal cual como lo entendemos hoy. Manipularon y tergiversaron los cuatro evangelios, establecieron que Jesús no era un hombre común y corriente sino que era más bien una figura celestial que había sido concebido por el Espíritu Santo y que había resucitado entre los muertos para subir a los cielos (conceptos que no eran practicados por los primeros cristianos).
Y así nace el Imperialismo Católico, como una ramificación del despiadado e injusto Imperialismo Romano.
¿Qué pasó con los primeras comunidades cristianas? Obviamente, se rebelaron a estos cambios y así les fue: fueron masacrados.
Y así nos fue a todos nosotros.
Pero bueno, imaginemos que Jesús realmente existió. ¿Quién fue, qué se proponía hacer?
Podemos interpretar su figura desde muchos ángulos. No es muy desacertado verlo como una especie de líder revolucionario. Suena bastante raro, sobre todo teniendo en cuenta que hay una institución ultraconservadora que lo representa. Pero podemos verlo desde ese ángulo.
Era un anarquista, digamoslo de una vez. Un tipo que desafiaba el orden establecido, no acataba ninguna autoridad. No toleraba la idea de encerrar a Dios en un templo, es más, se proponía destruir el templo de Jerusalén. Se oponía fervientemente a todos los sumos sacerdotes que utilizaban la religión como excusa para someter y controlar y acaparar poder y riquezas.
No era un líder moderado, de eso podemos estar seguro. Si leemos los Evangelios, comprobamos que tenía frecuentes accesos de ira, maldecía a los pueblos que no lo aceptaban. Incluso destruyó los puestos de los mercaderes que comerciaban en el templo. No, no era un tipo moderado. Esa imagen de Jesús con el rostro pasivo, no sé, me parece que no coincide mucho con la realidad.
Era un tipo peligroso, es cierto. Era obvio que tenían que matarlo, tenían que sacárselo de encima. Y eso hicieron.
¿Qué pasó después? Bueno, un gran número de seguidores empezaron a formar comunidades para compartir sus enseñanzas. Sin ir más lejos, el famoso Sermón de la Montaña marcaba las pautas para la formación de una nueva forma de vida comunitaria.
Hay un hecho que siempre me interesó mucho y es que los primeros cristianos consideraban que Jesús había sido un hombre de carne y hueso, un ser humano común y corriente que había nacido como nacen todos los humanos, se convirtió en profeta, predicó, fue ajusticiado y punto, fin de la historia (todo ese tema de la concepción divina y la resurrección vino después, como veremos más adelante)
Estos primeros cristianos eran peligrosos para el Imperio Romano porque eran muy anarcos, no reconocían la autoridad del César, no reconocían ningún tipo de autoridad y vivían en comunas donde todos compartían todo con todos: esta forma de vida es peligrosa para un sistema imperialista.
Y así fue como el Imperio Romano salió a perseguir a los cristianos. Y a eso se dedicaron durante unos cuantos años.
Después vino el gran cambio. El Imperio empezó a tambelear mientras que el cristianismo se expandía por doquier. Fue así que el emperador Constantino tuvo la brillante idea de incorporar el cristianismo como religión oficial del Imperio. Claro que a Constantino no le interesaba el cristianismo propiamente dicho. Necesitaba desarmar el Imperio para formar una nueva institución que cumpliera los mismos fines. Es decir, Constatino desarmó el Imperio Romano para constituir el Vaticano, que no es más que una institución imperialista destinada a controlar y someter a las masas.
Fue así como se organizó el Concilio de Nicea y se creó el catolicismo tal cual como lo entendemos hoy. Manipularon y tergiversaron los cuatro evangelios, establecieron que Jesús no era un hombre común y corriente sino que era más bien una figura celestial que había sido concebido por el Espíritu Santo y que había resucitado entre los muertos para subir a los cielos (conceptos que no eran practicados por los primeros cristianos).
Y así nace el Imperialismo Católico, como una ramificación del despiadado e injusto Imperialismo Romano.
¿Qué pasó con los primeras comunidades cristianas? Obviamente, se rebelaron a estos cambios y así les fue: fueron masacrados.
Y así nos fue a todos nosotros.
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