En una librería encuentro un libro de oferta, se llama “Los solitarios” (The Lonely, en el original) y está escrito por un tal Paul Gallico.
En la última hoja, dice que fue impreso en 1955. Y se nota. Tiene las hojas amarillentas y ese olor tan característico de los libros usados.
Al principio, hay una nota del autor: “Los Solitarios son los muy jóvenes conquistadores del espacio y del tiempo, los niños-hombres que han vivido entre dos mundos en buques de plata que navegan hacia
En la contratapa, el editor escribió: “Una parábola sobre el humano dilema de lo delicado, lo sano y lo respetable por un lado… Todo lo aventurero, lo contradictorio y lo inimaginable por el otro. Es el libro del año. Mágica convincente, lírica emotivamente humano. Un relato simple y directo que hace difícil que nos sustraigamos del encanto de esta obra maestra del gran novelista”.
Lamentablemente, no hay datos de Paul Gallico. El nombre no me suena, pero bueno, decido comprarlo y ver qué pasa. Una novela sobre jóvenes escrita en los 50. Quizás está llena de lugares comunes y planteos conservadores, seguro, pero igual debe ser interesante para entender cómo pensaban y vivían en ese entonces.
De a poco, me voy enganchando con Los Solitarios. Es una lectura sencilla, muy llevadera. Me recuerda a Hemingway y a Faulkner.
Está ambientada en Inglaterra, durante la 2º Guerra Mundial. Tenemos al joven Jerry Wright. Es un buen muchacho, de buena familia, y se la pasa pensando en su novia, Catalina, una linda chica con la que está comprometido.
Le dan una licencia de un mes. Tiene ganas de viajar a Escocia. Una noche, en el bar de oficiales, se encuentra con una chica inglesa, Patches. Casualmente, ella también tiene una licencia y deciden hacer el viaje juntos.
Para evitar complicaciones o malos entendidos, Jerry aclara que está comprometido y que quiere casarse con su novia cuando la guerra termine.
Bueno, Jerry y Patches comparten su viaje a Escocia. La pasan muy bien juntos, se genera un lazo entre ellos. Cuando llega el momento de la despedida, pasa algo.
Ella hace todo lo posible para no llorar. Sonríe y se va. Y Jerry se siente raro, siente una sensación indescriptible. Se ha enamorado de Patches.
Después viene un giro que puede parecer brusco y forzado, pero funciona bien: Jerry se encuentra con un amigo aviador que tiene que hacer un breve viaje a New York y le ofrece la posibilidad de ir juntos para estar en la tierra natal unas horas y luego volver rápido a la base, justo a tiempo para que Jerry pueda reportarse en su cuartel.
Jerry acepta la invitación. Es la oportunidad perfecta para romper el compromiso con su novia y volver rápidamente a Inglaterra para declararle su amor a Patches.
Jerry llega a su pueblo pero no se anima a visitar a su novia.
Se presenta en la casa de sus padres y les cuenta todo. Su madre se desespera y se echa a llorar, está convencida que Catalina es la chica ideal para su hijo, no soporta el repentino cambio.
Jerry y su padre van a otra habitación para beber y reflexionar. Este es el punto crucial de la novela, el choque entre dos mundos, dos generaciones.
El padre habla sobre la responsabilidad del hombre, sobre los compromisos. Narra una historia de amor que tuvo cuando era soldado en Francia, durante la 1º Guerra. Amó a esa chica, pero luego volvió a su país para casarse con su actual esposa y nunca se arrepintió de eso. Le asegura, además, que con el paso de los años, Patches será solo un grato recuerdo de la juventud, el símbolo del paso de la juventud a la vida adulta.
Jerry está en una encrucijada. ¿Cumplirá con su destino, con sus obligaciones? ¿Se dejará llevar por un arrebato pasional? ¿Patches es sólo un arrebato pasional?
Fiel a mi costumbre, no voy a contar el final de la novela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario