miércoles, 3 de agosto de 2011

EL MISTERIO DE FUENTEALBA - 2

Por Gustavo Fernández
Veamos algunas de sus afirmaciones:

-Sostuvo que el idílico poblado de Lago Puelo tenía “la mayor densidad de sectas satánicas” del país, y señala las correspondencias con la localidad de El Bolsón (paraíso de “hippies”) y Las Lajas (años antes que en esta localidad surgiera la agrupación sectaria de abuso infantil conocida como “La Familia”).


-Junto a Fernando López Diu (su mano derecha) propaló (sin presentar evidencias) que en el paraje Lelequé (a 70 kilómetros de aquél pueblo, sobre la ruta a Esquel) existía una zona rica en uranio en terrenos controlados por la Comisión Nacional de Energía Atómica con el concurso de “marines” y comandos israelíes y británicos, bajo la asistencia técnica del complejo industrial argentino Pérez Companc, pues tanto allí como en las zonas conocidas como “La Pampa de Doña” y Paso del Sapo se habrían producido caídas de OVNIs, quizás procedentes de bases subterráneas bajo el cerro Tres Picos y la Roca del Tiempo (parece que no omitió ningún ingrediente).

-Empero, cita eventuales testigos de sus dichos que podrían ser rastreados: un “doctor Benzano” y el guardaparques Oscar González, quienes no sólo ratificaban las leyendas sobre los “enanos malditos” que corren por el valle del Río Turbio sino que testificarían, junto con una “familia Vigueiras”, la presencia de “macrocéfalos asesinos” en la zona.

-Acusa al conocido Pedro Romaniuk de haber fingido como agente de la CIA y testaferro en el lavado de dinero procedente de estupefacientes. La acusación es directa: los viajes al exterior de Pedro, sus emprendimientos inmobiliarios, la edición de sus libros (es sabido que la “Editorial Lanín” que siempre lo prohijó, es ficticia y esconde las “ediciones de autor”. A propósito, Lanín es el nombre de un conocido volcán de la región y, por lo tanto, no ajeno a esta área de andanzas de Fuentealba y, según éste, de Romaniuk también). Volveremos luego a considerar en detalle una interesante observación de Fuentealba en este contexto.

-Sostiene que en los años 1991 y 1992 estuvo investigando los fenómenos OVNI en Victoria (Entre Ríos). En instancias previas a sus investigaciones en Victoria, habría tomado contacto con el Ministerio del Interior (del que dependen varias fuerzas de seguridad, como la citada SI) pero este contacto con ex camaradas sólo habría servido para que los sabuesos se pusieran tras sus pasos, incluso “poniendo en peligro su vida”.

-Asegura que en la zona operarían “dracos” (extraterrestres reptiloides), que muchos monjes benedictinos de la abadía de la zona serían en realidad “marines” y agentes encubiertos de la CIA y el NSA apostados allí para vigilar un intrincado e ignoto laberinto de pasadizos subterráneos sobre la vertical de los cuales se encontraría el edificio religioso construido como búnker de guardianes de un lovecraftiano umbral. - Y en cuanto a mundos subterráneos en Victoria no se detiene allí, pues señala a las investigadoras locales Silvia y Andrea Simondini como cabales conocedoras de “cuevas y oquedades” que pulularían por allí.[1]

No se detiene: sostiene que el CITEFA (Centro de Investigaciones Técnicas de las Fuerzas Armadas) estaba interesado en tales hipotéticas cavernas y aquí, sin quizás saberlo, pone al descubierto otra interesante circunstancia sobre la que volveremos después.
En síntesis, y pese a ser un “anticontactista” que ridiculiza y menosprecia a los “devotos de los hermanos cósmicos”, Fuentealba dibuja una clara antinomia:

Victoria, foco de extraterrestres “negativos”, en oposición a un cerro Uritorco pletórico de “salvadores de las estrellas”. Cuando se escuchan las pocas grabaciones que Fuentealba dejó sobre sus andanzas, se tiene la clara impresión, ante el lenguaje liviano y casi distraído que “se está mandando la parte” (que es como decir exagerar y quizás mentir con tal de resultar llamativo). Noches insomnes entre arbustos espinosos para terminar escapando (sin llegar antes a nada concluyente) instantes antes que los reflectores fisgones pasen por sobre el punto donde él y su fiel amigo López Diu, habíanse arrastrado tiene demasiado tufillo a Expedientes X. Fuentealba prometió fotografías, videos y otras “pruebas” que no nos consta que existan. Pero también, sentó observaciones interesantes que merecerían ser consideradas. Por ejemplo, ¿son fruto de su imaginación sus épicos relatos, especialmente los referidos a su etapa sureña? ¿O hay en ellos algún viso de verosimilitud?
Asimismo, ¿hizo acusaciones temerarias e infundadas o accedió a información privilegiada?

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