WATCHMEN, según Federico Sidañez
Ya podemos decir que el auge de la adaptación cinematográfica de cómics ha alcanzado su clímax. Luego de varios años con muchos films mediocres (Ghost Rider, Daredevil, Constantine) y algunos realmente buenos (X-Men, Spider Man, Iron Man) en el ultimo año tuvimos el privilegio de asistir a dos ambiciosas obras maestras: “Batman, El Caballero de la Noche” y “Watchmen, Los Vigilantes” (debería incluir a la gran “Hellboy 2” también).
Los “Watchmen” son un grupo de ciudadanos que han adoptado identidades alternativas para combatir el crimen, solo uno de ellos tiene superpoderes: el llamado Dr. Manhattan, personaje que nos genera un planteo filosófico: ¿Qué sucede con la mente de un hombre cuando es todopoderoso?”. Con la ayuda de estos héroes, EE. UU. gana la guerra de Vietnam y Richard Nixon se perpetua en el poder. Años después y a causa de protestas y cuestionamientos de los ciudadanos, los Watchmen son prohibidos por el gobierno y cada uno vuelve a su vida anónima. Pero el violento asesinato de uno de ellos, conocido como “El Comediante”, hace que algunos integrantes del grupo comiencen a investigar.
El comic creado por Alan Moore y dibujado por Dave Gibbons en 1986, una historia de estructura compleja que incluye sátira política, épica, heroísmo, violencia y planteos filosóficos y morales, es finalmente llevado al cine luego de varios intentos fallidos por el director Zack Snyder (el mismo de “El Amanecer de Los Muertos” y “300”), que tiene un indudable talento visual, encuentra y transmite vigorosamente el eje de cada escena y el corazón de cada personaje. Y que sabe cuando cruzar la línea del “apto para todo publico” y lo hace sin concesiones.
La magistral secuencia de títulos iniciales, con “The times they are a changin’” de Bob Dylan sonando, produce una extraña sensación de nostalgia, una que nos dice que así como una vez existió un grupo de superhéroes que ahora son cosa del pasado, también hubo una época en la que creíamos en algunos ideales. Ideales que se han corrompido pero que, aunque sea en forma infructuosa y en contra de la corriente, tenemos que recuperar. Pero también ideales que tienen sus zonas oscuras, ambiguas y salvajes. Adjetivos que le caben perfectamente a esta gran película.
Los “Watchmen” son un grupo de ciudadanos que han adoptado identidades alternativas para combatir el crimen, solo uno de ellos tiene superpoderes: el llamado Dr. Manhattan, personaje que nos genera un planteo filosófico: ¿Qué sucede con la mente de un hombre cuando es todopoderoso?”. Con la ayuda de estos héroes, EE. UU. gana la guerra de Vietnam y Richard Nixon se perpetua en el poder. Años después y a causa de protestas y cuestionamientos de los ciudadanos, los Watchmen son prohibidos por el gobierno y cada uno vuelve a su vida anónima. Pero el violento asesinato de uno de ellos, conocido como “El Comediante”, hace que algunos integrantes del grupo comiencen a investigar.
El comic creado por Alan Moore y dibujado por Dave Gibbons en 1986, una historia de estructura compleja que incluye sátira política, épica, heroísmo, violencia y planteos filosóficos y morales, es finalmente llevado al cine luego de varios intentos fallidos por el director Zack Snyder (el mismo de “El Amanecer de Los Muertos” y “300”), que tiene un indudable talento visual, encuentra y transmite vigorosamente el eje de cada escena y el corazón de cada personaje. Y que sabe cuando cruzar la línea del “apto para todo publico” y lo hace sin concesiones.
La magistral secuencia de títulos iniciales, con “The times they are a changin’” de Bob Dylan sonando, produce una extraña sensación de nostalgia, una que nos dice que así como una vez existió un grupo de superhéroes que ahora son cosa del pasado, también hubo una época en la que creíamos en algunos ideales. Ideales que se han corrompido pero que, aunque sea en forma infructuosa y en contra de la corriente, tenemos que recuperar. Pero también ideales que tienen sus zonas oscuras, ambiguas y salvajes. Adjetivos que le caben perfectamente a esta gran película.
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