jueves, 21 de abril de 2011

PETRÓLEO SANGRIENTO II


Por Walter Graziano

Parte 3

Arabia Saudita posee más de un quinto de las reservas mundiales de petróleo que quedan en el planeta. Actualmente, en el mercado petrolífero mundial, las compañías estatales tienden a ir concentrando una proporción cada vez más importante en las fases más primarias de la producción, o sea, en la exploración, extracción y a veces refinación del petróleo. Por su parte, las mega empresas privadas anglonorteamericanas quedan con una proporción cada vez más importante en las etapas finales de la producción (distribución y venta minorista). Si esta tendencia que se agudiza al ritmo de la propia extinción del petróleo norteamericano y en aguas inglesas siguiera, las empresas privadas anglonorteamericanas perderían una buena cuota del poder real que les otorga el haberse constituido desde hace más de un siglo como un verdadero monopolio en las sombras, dado que no contarían casi con petróleo propio, sino que dependerían de la buena voluntad de empresas petroleras estatales, reales dueñas de yacimientos.

Se observa que la decisión de invadir Irak es una decisión estratégica con miras a estar donde está el petróleo, a manejarlo y extraerlo como si fuera propio, y a no depender de la buena voluntad de empresas estatales y líderes nacionales.

Controlar la energía es tener el poder. Si el más importante recurso energético es escaso y no renovable, como el petróleo y el gas, quienes manejen ese bien tienen el poder. Si las principales fuentes de energía se basaran en recursos renovables, ningún minúsculo grupo podría tener el poder, porque las decisiones humanas de consumo bien podrían independizarse mucho más de la necesidad de trabajar. O sea, la necesidad de trabajar para vivir en el mundo contemporáneo se debe, en muy buena medida, a que al ser el petróleo un bien escaso, y por lo tanto oneroso, hace mucho más costosos los bienes que consumimos.


Hacia el 2002, quedaban reservas de petróleo compatibles con el consumo actual mundial para 35 años (en los niveles actuales de consumo.)

Hoy, el 80% de petróleo del mundo está en manos musulmanas, y ese porcentaje tiende a subir con el paso del tiempo.

Dado que el petróleo comenzó a utilizarse como fuente energética en Estados Unidos luego de la Guerra Civil, y en aquella época sólo se lo conocía en forma abundante dentro de Estados Unidos y en Rusia, estratégicamente resultaba no sólo cómodo sino también sumamente viable comenzar a basar la energía en hidrocarburos fósiles. El combustible saudí sólo vio la luz en 1938. Y fue, con el paso de las décadas, que el mundo se llevó la sorpresa de que estaba concentrado mayoritariamente en torno del Golfo Pérsico. Entonces puede comenzar a quedar un poco más claro el porqué de la frecuente propaganda contra países de origen musulmán, dado que el intento de basar la energía del planeta en un recurso escaso, que se encontrara sobre todo en el subsuelo estadounidense, naufragó a medida que se iban secando los pozos petrolíferos de Texas, hacia los años '60, y se iban descubriendo cada vez más yacimientos gigantescos en países árabes (lo que terminó de ocurrir en los años '80).

La historia política y económica del mundo de los últimos cincuenta años gira en torno a este tema. La bonanza económica y el alto crecimiento de los años '60 se explican por el bajísimo precio del barril de los países árabes. Los agudos procesos (recesión con inflación) de los años '70 se debieron al comienzo de la declinación en la producción norteamericana de combustibles, a la escasez de energía y al afán de las grandes empresas petroleras de incrementar sus ganancias, cosa que ocurrió mediante las dos crisis petroleras de los años 1973 y 1979. En este último año, el barril llegó a valer casi 80 dólares a valores actualizados. Los años de "vacas gordas" para las petroleras y "vacas flacas" para la gente fueron generando un problema: los países árabes se fueron enriqueciendo de una manera que algunos en Occidente comenzaban a considerar peligrosa. Los petrodólares empezaban a inundar los mercados financieros. Arabia Saudita se daba el lujo de ser el segundo mayor accionista del FMI, y el Islam amenazaba con transformarse en un polo propio de poder cuyo epicentro bien podría haberse situado en Bagdad, por una confluencia de factores.

No debe extrañar, entonces, que durante los años '80, en la era Reagan Bush, el precio del barril declinara a niveles anteriores a la segunda crisis petrolera. Esto produjo durante buena parte de los años '80 y '90 otro periodo de aceptable crecimiento mundial y facilitó el progreso de la globalización, al mismo tiempo que quitó al Islam —y sobre todo también a la ex URSS, cuyo principal producto de exportación era el petróleo— la posibilidad de constituirse en un polo propio de poder. Claro que el problema es que esto se logró consumiendo petróleo a un ritmo mayor de aquel con que se realizaban nuevos descubrimientos. Todas las crisis energéticas de las cuales el mundo fue testigo se resolvieron de una única manera: aumentando la producción de combustibles fósiles. Esto es lo que ya no será posible desde algún momento de los próximos diez años, cuando se alcance el "techo mundial de producción".


El gobierno estadounidense no puede desconocer, entonces, la crítica situación del mercado energético, que lo ha llevado incluso a invadir países en forma acelerada. Si sus intenciones son altruistas, no se entiende por qué no existe ya una campaña para el ahorro de combustible hasta encontrar un sustituto del petróleo, sí es que éste no existe ya.

Es necesario pensar que la serie de crisis que han vívido muchos países en vías de desarrollo en los años '90 —México, sudeste asiático, Corea del Sur, Brasil, Turquía y la Argentina— es, en realidad, funcional a la situación energética mundial y al interés del establishment petrolero anglonorteamericano, debido a que las brutales reducciones en el nivel de vida de estos países tras sus crisis no generan otra cosa que un menor consumo de energía y, por lo tanto, facilitan que sea posible continuar con la era de los hidrocarburos fósiles. Es posible que la élite banquera petrolera intente, a fin de continuar con la tecnología energética que le permite concentrar el poder, resolver el problema induciendo una baja en el consumo de energía per cápita. Ello se lograría, en el caso de países del tercer Mundo, con cada crisis económica o financiera que sobreviene en alguno de sus miembros más importantes. Incluso esta baja en el consumo per cápita de energía sería aún mas pronunciada si incluso vastas áreas del Primer Mundo las padecieran (ejemplo, la prolongada crisis económica japonesa), a fin de acomodar la demanda de petróleo al declinante período productivo del mismo que en breve sobrevendría en el planeta.

Si se lo mira desde esta perspectiva, los supuestos "errores" de apreciación del Fondo Monetario Internacional, que contribuyeron a que se gesten y perduren muchas de las crisis de los últimos años, en realidad no fueron tales, sino que han sido funcionales a esta necesidad de reducir el consumo de energía per cápita, que bajo determinadas condiciones puede convertirse directamente en una necesidad de ir comenzando a reducir la cantidad de "cápitas".

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