lunes, 15 de diciembre de 2008

BENICIO y EL CHE


BENICIO Y EL CHE, por Nazareno Brega
Desde que Alberto Korda tomó aquella icónica fotografía que tituló Guerrillero Heroico, donde se puede ver el contorno del rostro de Ernesto Guevara de la Serna durante el funeral de las víctimas de la explosión del vapor La Coubre, quedó condicionada al instante cualquier tipo de representación de la imagen del Che que se intente. Esa cara demasiado famosa es uno de los primeros impedimentos a la hora de buscar un acercamiento desde la ficción. Su rostro es demasiado conocido en todo el mundo y no conseguir cierta correspodnencia con su imagen que exceda barba, habano y boina puede distanciar demasiado al espectador.
Mucho peor es el problema de detenerse en el detalle del aspecto físico como máxima aspiración de una película. Francisco Rabal y Omar Shariff fueron las primeras víctimas (o los primeros perpetradores) de este mal allá por fines de los 60, cuando el mítico ícono del Che recién comenzaba a propagarse por todo el planeta. El primero se dejó la barba para "Los últimos días del Che en Bolivia" (1968), film italiano que despertó la furia de la izquierda de la península.
Shariff se unió con Jack Palance, que hacía de Fidel, en "Che!", y el actor egipcio recibió más de una crítica por su particular acento. De cualquier forma eso es un mal menor para una película financiada por la CIA.

Casi 30 años pasaron en el cine sin que nadie se atreva a representar su figura desde la ficción. Hubo algunos grandes documentales como ese enorme acercamiento del suizo Richard Dindo a los escritos del Che llamado "Ernesto Che Guevara, el diario de Bolivia" (1994) o "Sacrificio, ¿quién traicionó al Che Guevara?" (2001), gran investigación de los suecos Erik Gandini y Tarik Saleh que entrevistan a Ciro Bustos, hasta el momento considerado como el responsable de la delación que provocó la muerte del Che, y confrontan su versión de los hechos con la que popularizó Regis Debray, prisionero en aquel momento junto a Bustos.
La vuelta de la ficción se produjo con otro actor de perfil altísimo. En su pico de popularidad, Antonio Banderas encarnó al Che en "Evita", el flojo musical de Alan Parker estelarizado por Madonna. Banderas era el narrador del film y, ante el diluvio de críticas por la representación, actor y director salieron a excusarse aclarando que ése no era “El Che” sino “un Che” que poco y nada tenía que ver con el revolucionario rosarino. Hablando de Evita y de acercamientos no fortuitos a la figura del Che: Juan Carlos Desanzo, apenas concluido el rodaje de su Eva Perón, convocó al debutante Alfredo Vasco para que interprete al Che en la fallida "Hasta la victoria siempre".
El galán Gael García Bernal fue el primero en darse el lujo de interpretar dos veces al Che Guevara en el cine. Casualidad o no, en las dos películas Gael queda apenas relegado en un segundo plano. En "Fidel" (2002), su figura es desplazada del centro de atención ni más ni menos que por Castro. Y en "Diarios de motocicleta" (2004), Walter Salles decide que el Alberto Granado de Rodrigo De La Serna sea quien narre la historia.
"La ciudad perdida", dirigida por Andy García y con guión del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, muestra al Che en un pequeño papel, puesto en piel del neoyorquino Jsu García, donde es quien da la orden de los fusilamientos. El español Eduardo Noriega también tuvo su oportunidad en "Che Guevara", película de hace ya unos años pero jamás estrenada que cuenta la vida del revolucionario a partir de los recuerdos del Che una vez que es capturado en Bolivia.


El prolífico Steven Soderbergh suele alternar alguna película de perfil altísimo ("La gran estafa", "Erin Brockovich", "Un romance peligroso", "Traffic") con proyectos mucho menos ambiciosos desde lo comercial como la remake de "Solaris", "Vengar la sangre" o "Burbuja". En algún punto equidistante de estas dos vertientes se encuentra "Che", programa de dos películas de un total de cuatro horas y media con Benicio del Toro como Ernesto Guevara.
"El argentino", la primera de las dos películas, arranca allí donde "Diarios de motocicleta" terminaba. Desde el desembarco del Che Guevara en Cuba hasta la revolución cubana, con el énfasis puesto en la batalla de Santa Clara. La segunda parte, "Guerrilla", encuentra a Guevara en el pico de su fama y en el intento de trasladar la revolución cubana al continente. Así es que el Che llega a Bolivia donde pasará sus últimos días.
Una de las frases más interesantes que se han dicho sobre este combo de Soderbergh y el Che reza que el director “no muestra al hombre que hay detrás de la figura que ilustra remeras en todo el mundo, sino que toma un rumbo más interesante al mostrar cómo fue que ese hombre llegó a las camisetas de todo el mundo”. Todo indica que el cine triunfó de una vez por todas y finalmente pudo plasmar en soporte fílmico la inmensidad de esa figura icónica de Ernesto Guevara.

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