No creo que se estrene en Argentina. Tuve la oportunidad de verla en una función de Núcleo y la verdad es que me gustó mucho. Hay una nota muy buena de Omar Zuñiga Hidalgo sobre esta rareza del nuevo cine francés:
Imaginar París. Imaginar todos los códigos visuales impuestos por las películas parisinas. Imaginar la ciudad que se perpetúa a sí misma en esa perfección nostálgica. El inventario de la capital francesa en nuestro consumo cultural siempre es igual, el romanticismo, los árboles alineados en perspectivas.
Agregar ahora el invierno. Todo luce aún más gris y deslavado. Los habitantes de la ciudad envueltos en abrigos, los días se hacen cortos y escasos de luz. Agregar la Nueva Ola. Esa frescura de lo errático y lo juvenil. París es el mismo entonces y ahora. Al menos para las películas.
Entremedio de estos espacios, un periodista, Ismael (Louis Garrel) y su novia Julie (Ludivine Sagnier). Llevan un tiempo juntos pero han decido a agregar a alguien más a su relación, Alice (Clotilde Hesme). Para los tres resulta algo extraño, como Julie le confiesa a su mamá, pero lo llevan de la mejor manera que pueden. Algo cándidos, duermen juntos y apenas discuten. Se declaran su amor cantando en las calles, recurso que el director Christophe Honoré manipula con lucidez. La película es un musical con canciones de Alex Baupain, detalle no mencionado hasta ahora.
Agregar ahora el invierno. Todo luce aún más gris y deslavado. Los habitantes de la ciudad envueltos en abrigos, los días se hacen cortos y escasos de luz. Agregar la Nueva Ola. Esa frescura de lo errático y lo juvenil. París es el mismo entonces y ahora. Al menos para las películas.
Entremedio de estos espacios, un periodista, Ismael (Louis Garrel) y su novia Julie (Ludivine Sagnier). Llevan un tiempo juntos pero han decido a agregar a alguien más a su relación, Alice (Clotilde Hesme). Para los tres resulta algo extraño, como Julie le confiesa a su mamá, pero lo llevan de la mejor manera que pueden. Algo cándidos, duermen juntos y apenas discuten. Se declaran su amor cantando en las calles, recurso que el director Christophe Honoré manipula con lucidez. La película es un musical con canciones de Alex Baupain, detalle no mencionado hasta ahora.
Los personajes cantan. Cantan entre diálogos, como si fuera una frase más, como si la poesía fuera parte de la realidad.
Así es entonces el París del 2008, enrevesado, lleno de referentes actuales como nombrar a Sarkozy o escuchar a Bloc Party, pero sumido en la misma clase de conflictos de los personajes de Truffaut o de Godard. Que de alguna manera remiten a relaciones de pareja y a sus quiebres. Esta vez, modernidad sexual mediante, los amores y desamores de los personajes son invadidos por la fragilidad, por lo volátil de sus vínculos.
Así es entonces el París del 2008, enrevesado, lleno de referentes actuales como nombrar a Sarkozy o escuchar a Bloc Party, pero sumido en la misma clase de conflictos de los personajes de Truffaut o de Godard. Que de alguna manera remiten a relaciones de pareja y a sus quiebres. Esta vez, modernidad sexual mediante, los amores y desamores de los personajes son invadidos por la fragilidad, por lo volátil de sus vínculos.
“Quiéreme menos, pero hazlo por un largo tiempo”, dice uno de los versos, añorando algún tipo de estabilidad. Las canciones de amor en la película son dulces unas, desoladas otras.
Independiente de que la sutil mezcla de realidades entre las canciones y la narración resulta particularmente verosímil, la frontera del realismo se diluye y sólo queda una patente emoción.
“Les chanson’s d’amour” hace honor a su título, una historia de amor y despedidas, de un romance quebrado por la tragedia, de un futuro que vuelve a encontrar ese amor que se pierde, mediante un personaje que inunda de luz el panorama del protagonista.
Es una película modesta, inundada de profunda calidez, un gesto que se queda dentro de su propio invierno. Gris y parisino.
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