martes, 9 de diciembre de 2008

GUILLERMO SULLINGS II


Argentina ha sido un buen laboratorio para el poder globalizador. Durante la vigencia del modelo de la Convertibilidad, los bancos y las multinacionales llenaron sus arcas y giraron divisas al exterior, las mismas divisas que iban entrando vía préstamos, con lo que se acrecentaba la deuda externa para sostener el modelo. Finalmente, como los humanistas anticipamos varios años antes, todo se derrumbó. Los dueños del poder se llevaron sus depósitos y la corrida bancaria dejó atrapados al resto de los ahorristas en el corralito y el corralón.
Ya es historia conocida todo lo que fue ocurriendo después del derrumbe. Se continuó privilegiando el poder de los bancos y de a poco las empresas privatizadas recuperaron su rentabilidad. La gente cada vez peor, con más de la mitad de la población bajo la línea de pobreza.
Entonces se desplegó una amplia campaña para convencer a los argentinos de que nuestro país ahora era muy pobre y había que recibir donaciones de alimentos del exterior (siendo que exportamos alimentos para el equivalente de diez veces la población de Argentina). Si logran convencernos que la pobreza es irremediable, lograrán contentarnos con los magos programas sociales, financiados por el generoso Banco Mundial.
La pobreza es funcional al sistema: permite la acumulación de poder en pocas manos, baja el costo de la mano de obra y con muy poco presupuesto se pueden dar subsidios a la mayoría pobre, lo que luego se transformará en votos para los gobernantes socios del poder económico encargados de asignarlos. Si esto funciona en el laboratorio de Argentina, el poder globalizador seguramente intentará replicar el modelo en otras partes para consolidar el imperio y estabilizarlo.
Alguien podrá pensar que la gente puede recibir el subsidio y no necesariamente votar a los socios del poder, cansada de que le mientan. Pero entonces aparecen los formadores de opinión a proponer el voto en blanco y la abstención como modo de protesta, con lo cual siguen ganando las elecciones los mismos de siempre aunque sobre un universo menor de votantes.

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