domingo, 7 de marzo de 2010

EL PARTIDO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA


Por Ruth Arias
Conviene comenzar diciendo que la historia que cuenta Clint Eastwood en INVICTUS es absolutamente real, y conviene decirlo porque nos la presenta con un áura épica que nos hace plantearnos, al terminar su visionado, si no será una de esas películas que toman un personaje histórico para fantasear con él mezclando ficción y realidad.
Eastwood se basa en un libro "El factor humano", de John Carlin, que arranca el día de la liberación de Nelson Mandela después de 27 años de prisión. Un equipo de rugby, de blancos, detiene su entrenamiento un instante para contemplar con mala cara como el coche de Mandela avanza por la carretera, al mismo tiempo que alegre grupo de muchachos negros le aclaman como un héroe, antes de que se convierta en el primer presidente de la República Sudafricana elegido democráticamente.

De las muchas cosas que ha hecho Mandela, Invictus se centra en su relación con el equipo nacional de rugby, los Springbocks, un equipo que simbolizaba los ideales y las pasiones de la minoría blanca, y que Mandela decidió tomar como represente de una nación dividida y aparentemente imposible de reconciliar. Todos sabemos que el deporte une más que cualquier cosa, y que una gran victoria es capaz de lanzar a la calle a millones de personas de una manera en la que ni casi el atentado más brutal puede hacerlo.


Invictus nos muestra como el deporte puede conseguir milagros, y cómo Mandela utilizó el Mundial de Rugby de 1994 para intententar cohesionar a un país. Es una película cargada de buenas intenciones, quizás demasiado. Tanto que, como decía, casi parece una ficción moralizante sobre el perdón. A pesar de eso, no se puede negar el buen tiento de Clint Eastwood, ya que la película consigue atraparnos desde el principio y hasta entusiasmarnos en los partidos de rugby, incluso si no entendemos nada del tema.

La interpretación de Morgan Freeman es formidable, consigue captar magníficamente la personalidad de Mandela y, al mismo tiempo, no resultar excesivamente paternal en su empeño con la selección de rugby. Sin embargo, Matt Damon no está a la altura, más que nada porque su papel es demasiado flojo, con mucha presencia y pocas frases, poca hondura, poca capacidad de liderazgo. Claro, que eso no es culpa suya. El papel no daba más de sí. Lo que sí está muy bien es la subtrama de los vigilantes de seguridad.
No es la mejor película de Clint Eastwood, eso es cierto, pero sí es una buena película que nos entretendrá y nos dejará con un buen sabor de boca, y quizás hasta nos enternezca un poco, a pesar de la rudeza de los jugadores de rugby.

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