EL CUARTO PODER, por Fernando Martín Peña
Un recorrido visual por los noticieros televisivos argentinos de 2010 alcanza para lamentar que no se recuerda mejor esta película francesa que ya tiene un cuarto de siglo. No es una obra maestra como Network (Sidney Lumet, 1976), pero a diferencia de ése film aquí los planteos aparecen concentrados exclusivamente en el desempeño periodístico individual, para ocuparse sólo superficialmente de los manejos corporativos que están por encima. En ese plano debe decirse que "El cuarto poder" diagnostico correctamente lo que sucedería con el periodismo en los años siguientes.
Hasta los ´70 pudo pensarse que existía en él cierta pureza, la suficiente como para provocar la caída del presidente de la nación más poderosa del mundo. Pero, quizás por eso mismo, el sistema se ocupó de que ese rol protagónico, ese peso compensador presuntamente independiente implícito en la fatigada expresión "Cuarto poder", se fuera diluyendo hasta confundirse con los intereses de los otros poderes.
Parece razonable que las primeras bajas de ese proceso fueron los periodistas televisivos, dada la fama que alcanzan a través del medio masivo más popular y, por eso mismo, influyente. Esa fama es una de las ventajas que disfruta el personaje de Nicole García, prestigiosa conductora de un noticiero de TV que no sólo pone la cara sino que asume responsabilidades de editora. Un amigo pone en sus manos un documento que revela la participación del gobierno en un reciente crimen político y García decide valietemente que eso es noticia, sin medir las consecuencias, que no se hacen esperar.
No conviene revelar lo que sigue, porque entre las virtudes del relato se cuenta su estructura de corte clásico, que depende de revelaciones debidamente administradas. Se puede anticipar sin embargo que García encuentra ayuda (y un complemento ético) en el personaje de Philippe Noiret, con el que ha tenido una relación en el pasado, aunque los detalles de esde vínculo también se revelan poco a poco.
Noiret se desempeña en el periodismo gráfico, que está menos expuesto (y también tiene menos peso político), por lo que puede llevar a cabo indagaciones con una discreción que resulte imposible para García. Parte importante de la eficacia del film se sustenta por la convicción que saben transmitir ambos intérpretes y en el grado de detalle que el director Serge Leroy describe cada paso de la indagación.
Se le puede reprochar al film algún personaje innecesariamente caricaturesco, como el del jefe de Noiret, que parece salido de una película de los ´30. Tampoco demuestra mucha inteligencia uno de los jerarcas políticos en su modo de confrontar con García. Pero está claro que el tema del film no son ellos, ni tampoco el crimen político en sí mismo,. sino las implicaciones éticas que se derivan del caso. En este sentido, las conclusiones del film están expuestas de un modo que resulta devastadoramente persuasivo.
Un recorrido visual por los noticieros televisivos argentinos de 2010 alcanza para lamentar que no se recuerda mejor esta película francesa que ya tiene un cuarto de siglo. No es una obra maestra como Network (Sidney Lumet, 1976), pero a diferencia de ése film aquí los planteos aparecen concentrados exclusivamente en el desempeño periodístico individual, para ocuparse sólo superficialmente de los manejos corporativos que están por encima. En ese plano debe decirse que "El cuarto poder" diagnostico correctamente lo que sucedería con el periodismo en los años siguientes.
Hasta los ´70 pudo pensarse que existía en él cierta pureza, la suficiente como para provocar la caída del presidente de la nación más poderosa del mundo. Pero, quizás por eso mismo, el sistema se ocupó de que ese rol protagónico, ese peso compensador presuntamente independiente implícito en la fatigada expresión "Cuarto poder", se fuera diluyendo hasta confundirse con los intereses de los otros poderes.
Parece razonable que las primeras bajas de ese proceso fueron los periodistas televisivos, dada la fama que alcanzan a través del medio masivo más popular y, por eso mismo, influyente. Esa fama es una de las ventajas que disfruta el personaje de Nicole García, prestigiosa conductora de un noticiero de TV que no sólo pone la cara sino que asume responsabilidades de editora. Un amigo pone en sus manos un documento que revela la participación del gobierno en un reciente crimen político y García decide valietemente que eso es noticia, sin medir las consecuencias, que no se hacen esperar.
No conviene revelar lo que sigue, porque entre las virtudes del relato se cuenta su estructura de corte clásico, que depende de revelaciones debidamente administradas. Se puede anticipar sin embargo que García encuentra ayuda (y un complemento ético) en el personaje de Philippe Noiret, con el que ha tenido una relación en el pasado, aunque los detalles de esde vínculo también se revelan poco a poco.
Noiret se desempeña en el periodismo gráfico, que está menos expuesto (y también tiene menos peso político), por lo que puede llevar a cabo indagaciones con una discreción que resulte imposible para García. Parte importante de la eficacia del film se sustenta por la convicción que saben transmitir ambos intérpretes y en el grado de detalle que el director Serge Leroy describe cada paso de la indagación.
Se le puede reprochar al film algún personaje innecesariamente caricaturesco, como el del jefe de Noiret, que parece salido de una película de los ´30. Tampoco demuestra mucha inteligencia uno de los jerarcas políticos en su modo de confrontar con García. Pero está claro que el tema del film no son ellos, ni tampoco el crimen político en sí mismo,. sino las implicaciones éticas que se derivan del caso. En este sentido, las conclusiones del film están expuestas de un modo que resulta devastadoramente persuasivo.
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