lunes, 9 de mayo de 2011

EL VERDADERO PODER: LA RESERVA FEDERAL




Por Walter Graziano - Parte 19

Hemos escuchado muchas veces que el Banco Central estadounidense, o sea el Federal Reserve Bank (FED), es la entidad más poderosa del mundo.

Aunque el FED está en condiciones de generar secesiones, depresiones, reactivaciones y euforias financieras, ante las cuales los políticos de turno en la Casa Blanca o en el Congreso poco pueden hacer para evitar el impacto en los votos que el director del FED pueden indirectamente realizar, sería incorrecto pensar que la real base del poder es el FED. En todo caso, el FED también es instrumento de un poder superior. Para clarificarlo, hablemos un poco de historia.

El FED fue creado por ley del Congreso el 22 de diciembre de 1913. Los banqueros privados, en aquel momento, venían criticando en forma pública la ley que creaba un Banco Central en Estados Unidos. Sin embargo, en forma reservada, los principales banqueros norteamericanos se frotaban las manos ante esa ley que habían logrado sacar, entre gallos y medias noches, gracias al senador Aldrich, casado con una hija del magnate John D. Rockefeller I. Una gran cantidad de legisladores se encontraban ausentes al acercarse la Navidad, y la votación parlamentaria fue manipulada.


No cabe duda de que el mejor negocio de la Tierra es emitir moneda. Desde hace siglos los principales banqueros saben muy bien que si la gente acepta como medio de pago un papel emitido por un banquero privado, con la promesa de redimirlo en oro o plata, y prefiere comprar y vender con ese billete y no con oro o plata metálica, entonces tal banquero tendrá la potestad de decidir quiénes deben recibir crédito y cuánto, qué tasas de interés cobrarles, a quién no prestarle. Y todo mediante la creación de medios de pago. Si los banqueros privados observaban que la gente no requería que le redimieran en metálico los billetes puestos en circulación, sino que la población los acumulaba y efectuaba sus transacciones en papel moneda, entonces podían generar de la nada muchos más billetes y ponerlos en circulación. De esta manera, el total de papel moneda superaba las reservas en metálico que los banqueros privados guardaban en sus cajas fuertes. En otras palabras, los banqueros privados tenían la potestad de crear dinero de la nada si la gente aceptaba sus billetes. Y fue lo que ocurrió.

El primer Banco Central creado fue el Banco de Inglaterra. Ya antes de las guerras napoleónicas los Rothschild poseían un enorme poder financiero en toda Europa. Deseaban aumentarlo y así establecer las políticas financieras en los principales países europeos. Lo mismo pudieron hacer durante el transcurso del siglo XIX con los bancos centrales de Francia y Alemania. A menudo financiaron guerras entre los países, con la estrategia de prestarles a ambos bandos. De esta manera, cuando las guerras finalizaban, las naciones y las casas reales quedaban endeudadas y cada vez más dependientes de los banqueros.

Fueron los Rothschild quienes decidieron ingresar a Estados Unidos financiando a clanes familiares que resultaban "amigos incondicionales": los Rockefeller, los Morgan, Carnegie, los Harriman, etc.

Por lo tanto, no debe llamar la atención del lector que el FED no sea un Banco Central común y corriente. No es como el Banco Central de cualquier país latinoamericano o el Banco Central Europeo. No es propiedad del Estado. Es, lisa y llanamente, un banco privado. Y se trata de un banco privado propiedad de unos pocos bancos privados. Por ejemplo, de los 19,7 millones de acciones del FED, unas 12,2 millones de acciones (62%) eran propiedad de sólo tres bancos hacia fines de 1994: El Chase Manhattan, el Citibank y el Morgan Guaranty Trust. Tres grandes apellidos desde hace muchas décadas han controlado y controlan esos bancos: Rockefeller, Rothschild, Davison (Morgan).

¿Dónde está el poder, entonces? Es correcto deducir que unos pocos clanes familiares dominan la estructura de los bienes considerados estratégicos para el dominio global: energía, banca, armas y laboratorios. Pero es ridículo pensar que a esta altura del siglo XXI una decena de personas pueda sentarse a una mesa a decidir qué hacer con el mundo sin más ni más. La realidad es más sutil, más "perfecta", aunque no menos espantosa.


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