miércoles, 11 de mayo de 2011

LA OTRA CARA DE LA CIA


Por Walter Graziano - Parte 23

Al revés del FBI, la CÍA es frecuentemente presentada en series y películas como una organización temible, capaz de realizar horribles crímenes. En realidad, es algo bastante peor. El propio origen de la CÍA se encuentra enlodado con los servicios secretos de Hitler. Cuando se comienza a hacer evidente que Alemania se rendiría, el jefe de espionaje de Hitler, general Reinhardt Gehlen, comienza a negociar con el gobierno norteamericano los términos de su rendición. Gehlen —excelente espía— tenía en su poder gran cantidad de documentación incriminatoria contra políticos y empresarios ingleses y norteamericanos. Por lo tanto, junto a un sobredimensionamiento del "peligro soviético" (que la élite no podía desconocer como exagerado) jugó la carta de la posible difusión de esa información a los medios de comunicación. Estados Unidos llegó a un rápido y fructífero acuerdo con Gehlen: el general no sólo quedaba libre, sino que además Estados Unidos contrataba sus servicios y lo utilizaba como práctico monopolista de los servicios de espionaje norteamericanos en Europa Oriental y Rusia. Ello no implicaba que Gehlen tuviera que infringir sus antiguas lealtades con colaboradores directos de Hitler. Todo lo contrario, si el general juzgaba que en su accionar había una especie de lucha de lealtades por tener que espiar tanto para Alemania como para Estados Unidos, podía privilegiar los intereses alemanes. Más aun, Gehlen reportó directamente al sucesor de Hitler, tras su suicidio: el almirante Karl Doenitz. Gehlen y muchos otros nazis empezaron a formar parte de la CÍA. Entre otros, habrían sido reclutados Klaus Barbie, Otto von Bolschwing (el cerebro del holocausto, que trabajó con Adolf Eichmann) y el coronel de la SS Otto Skorzeny (gran favorito de Hitler).


Una de las primeras operaciones en las que la CÍA se vio envuelta fue el llamado "Project Paperclip", a través del cual la CÍA seleccionó a un gran número de científicos, militares y colaboradores nazis para trabajar y vivir en Estados Unidos. Oficialmente, Estados Unidos ha reconocido la existencia de esta operación, pero reduce su área de influencia a proyectos de alcance limitado, como el desarrollo de la NASA por parte de científicos nazis como lo había sido, por ejemplo, von Braun. Esto es lo que Estados Unidos reconoce, pero es sólo la "punta del iceberg". En algunos lugares de EE.UU., como Huntsville (Alabama), habría habido radicaciones masivas de prominentes nazis alemanes tras la caída del III Reich, a los que se suele citar jurando la Constitución norteamericana con el brazo en alto, a la manera nacionalsocialista. (ABAJO: FOTO DEL PROYECTO PAPERCLIP:)


Nombrando sólo uno de los casos de migraciones ilegales y secretas a EE.UU., junto a Von Braun se suele olvidar mencionar que viajó a Estados Unidos el general Walter Dohrenberg, quien dirigía un campo de concentración y exterminio (que sólo figura en libros franceses sobre la guerra) llamado Dora, en el cual se usaba mano de obra esclava para desarrollar los proyectos armamentísticos diseñados por VonBraun. Dohrenberg era un criminal de guerra y no pudo ser juzgado en Nuremberg debido al "vía libre" que le fue otorgado gracias a la CÍA. El error se pagaría caro: a los pocos años Dohrenberg estaba mezclado con intereses de la oscura corporación PERMINDEX, envuelta en la financiación del crimen de Kennedy. Pero Dohrenberg estaba lejos de ser el único criminal nazi rescatado y enviado sano y salvo a Estados Unidos. Cuando se menciona que la Argentina, Brasil, Paraguay o Bolivia son países que dieron asilo a criminales nazis, generalmente se tiende a encubrir el apoyo que les fue dado por Estados Unidos y la CÍA.


Muchos de estos científicos nazis ayudaron a desarrollar en Estados Unidos el llamado "Proyecto MKUltra". Bajo dicha operación se llevaron a cabo experimentos de control mental con seres humanos sometiéndolos al influjo de drogas experimentales, radiación, electromagnetismo, etc. Se usaron secretamente presidiarios norteamericanos, y hasta se habrían incluido soldados, según Linda Hunt en su agotada obra Project Paperclip. En muchos casos, estos seres humanos convertidos en "conejillos de Indias" murieron. El famoso LSD (ácido lisérgico) no sería otra cosa que un subproducto de investigaciones secretas de la CÍA de control mental en humanos con el fin de lograr "robots humanos" capaces de ser utilizados en particulares condiciones de hipnotismo en asesinatos y atentados.

La CÍA habría desechado al LSD por considerar que no cumplía los requisitos para inducir a seres humanos a que, en determinadas condiciones, recordaran órdenes olvidadas y pudieran "accionar gatillos" (el crimen de Robert Kennedy habría sido efectuado en estas condiciones). Pero la CÍA no perdió oportunidad, según varios autores, de sacar provecho de esta droga alucinógena, induciendo su consumo en la juventud norteamericana primero, y luego en el resto del mundo, durante los años '60.

Sería largo, tedioso, citar todas las grandes operaciones de la CÍA en sus tristes cincuenta años de vida: de la frustrada operación de Bahía de los Cochinos en Cuba hasta el Golpe de los Coroneles en Grecia; desde el golpe militar contra Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 hasta la masacre de suicidio colectivo de Johnstown, Guyana, donde la CÍA habría llevado a cabo un experimento de control colectivo; desde el derrocamiento del gobierno legítimo de Guatemala de Jacobo Arbenz, efectuado simplemente para impedir una reforma agraria que hubiera ido en detrimento de la United Fruit (empresa de la familia Rockefeller), hasta su participación en el escándalo de Watergate, y en las muertes de los hermanos Kennedy, Martin LutherKing, Malcolm X, etc., etc.

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