miércoles, 11 de mayo de 2011

LA OTRA VERDAD SOBRE VIETNAM


Por Walter Graziano - Parte 25

No habían dejado de tronar los últimos cañones de la Segunda Guerra Mundial cuando a las "mentes brillantes" que luego formarían la CÍA se les ocurrió una maquiavélica idea. Como había un estado de guerra en Indochina entre los franceses y las tropas vietnamitas de ideología comunista de Ho Chi Minh, decidieron aprovecharse de la situación. Dado que los franceses eran considerados en la zona como más peligrosos por los norteamericanos, éstos decidieron armar "hasta los dientes" a los comunistas insurrectos. Aparentemente, Laurance Rockefeller habría tenido (según Norman Livergood, en The new US British oil imperialism) mucho que ver en la decisión dado que ocupaba el puesto de vicegobernador en la vecina isla de Okínawa. Al hablar de Laurence Rockefeller nos referimos al mismo que decidió volcar ingentes recursos a financiar fundaciones para el estudio de los platos voladores (llegó a prologar libros al respecto).


Los comunistas vietnamitas derrotaron entonces a los franceses. La ocasión estaba dada para que los "gendarmes de la libertad" entraran en acción. Los norteamericanos pensaron que era tarea fácil quedarse con las ex colonias francesas. Y decidieron entonces matar varios pájaros de un tiro: luchar contra los vietnamitas comunistas les podía ofrecer un pretexto para ingresar en una guerra que escondía muy sórdidos intereses económicos. Entre ellos, uno de los principales era el petróleo. Siempre según Livergood, ya desde los años '20 existía un estudio escrito por el ex presidente Herbert Hoover que demostraba la existencia de petróleo en el mar del sur de China, justamente a lo largo de la costa vietnamita. Fue en la década del 50 cuando se perfeccionó un método para extraer petróleo submarino. Ni lerdos ni perezosos, los miembros de la élite petrolera norteamericana decidieron no perder la ocasión. Por supuesto, sin la CÍA hubiera sido imposible. En resumidas cuentas, Estados Unidos inventó una guerra contra el comunismo, como fue la de Vietnam, uno de cuyos objetivos económicos principales era en realidad explorar la costa vietnamita del mar del sur de China.

Mientras Estados Unidos entregaba sus jóvenes para morir en una guerra —de la cual escaparon personajes como Clinton y Bush a pesar de contar con la edad ideal de reclutamiento— y mientras el pueblo financiaba con el pago de impuestos la concreción de esas matanzas, al oligopolio petrolero y a la élite que domina el negocio les estaba saliendo gratis la exploración de la que se consideraba una de las cuencas de hidrocarburos más rica del mundo.


Peor aún: si la Standard Oil hubiera decidido explorar en medio de un proceso de paz esa costa, probablemente hubiera obtenido la oposición en las Naciones Unidas de Francia, Vietnam, China y Japón. Obviamente, se necesitaba una guerra para poder llevar a cabo la operación de manera sigilosa y efectiva. Livergood señala que "aun observadores muy cercanos sólo habrían visto pequeñas explosiones diarias en las aguas del mar del sur de China, y hubieran pensado que eso era parte de la guerra (...)", y que la Standard Oil no gastó un solo centavo en estas tareas.

Veinte años más tarde y luego de que 57 mil americanos y medio millón de vietnamitas murieran, la Standard Oil tenía datos suficientes sobre todo el petróleo existente en el mar, por lo que la guerra bien podía concluir. Henry Kissinger (asistente personal de Nelson Rockefeller) representó a Estados Unidos en las conversaciones de paz llevadas acabo en París, y obtuvo el Nóbel. Cuando años más tarde Vietnam licitó la explotación del petróleo en sus costas, casi todas las empresas petroleras que intentaron extraer hidrocarburos perdieron vastas sumas de dinero al excavar donde no había nada. Una sola empresa dio en la tecla y licitó sólo las áreas donde había mucho petróleo. Livergood nos devela algo que no es precisamente un misterio: la Standard Oil.


Pero sería injusto decir que el petróleo fue la única causa de la guerra de Vietnam. Hubo otras. Por supuesto que no fue tanto la lucha contra el comunismo, tan caro al ideario de Brzezinski y David Rockefeller. Se trataba nada menos que de la necesidad de controlar la producción y la salida marítima del producto derivado de lo que suele ser el mejor negocio del llamado "Triángulo Dorado" (Tailandia, Burma, Laos): la heroína. Varios autores señalan en sus obras las frecuentes y fructíferas exportaciones de heroína de esta zona a Estados Unidos. Entre ellos, una de quienes mejor lo han hecho es la periodista Penny Lernoux, quien en su obra póstuma In banks we trust, aparecida en 1984, muestra cómo la heroína que salía de Indochina arribaba a San Francisco vía Australia. En la misma obra, Lernoux devela el misterio de cuáles son los principales bancos implicados en el lavado del dinero del narcotráfico de la zona: nombra y hasta muestra en gráficos al Chase Manhattan Bank y al Citibank.

Lernoux murió en 1989, a poco de asumir Bush padre como presidente.


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